El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 3 de febrero de 2014

TIEMPO PRÓDIGO.






Es tiempo de hijos pródigos, es tiempo de mendicidad. Tiempo de tremendas nostalgias de momentos felices, mientras se comen los frutos amargos de la necesidad.
Tiempo de regresar al hogar abandonado por la ventura de los sueños logrados, consumidos para siempre en la hoguera del pasado derrochador e inconsciente.   










Tiempo de saborear la terrible amargura de los errores, cometidos sólo por querer sentir lo que se desea sin considerar el precio.
Tiempo para comprender que un día todos nos equivocamos escogiendo el bocado que no nos pertenece. De reconocer que nadie puede comprar lo propio y específico de otro, por lo que quien vende, lo hace con lo que realmente no le pertenece, utilizando para ello el engaño.










Mas todo va y viene, vuelve y se repite, todo es eterno, como el tiempo que ya existía antes de conocernos.
Adaptarnos es la respuesta para evolucionar, como siempre; volver de nuevo a empezar desafiando las constantes impuestas, superándolas con nuestro instinto de protección, de conservación de lo que somos en esencia, que aporta al mundo su verdadero carácter y rostro. Un mundo que se transforma al ritmo de nuestra impronta creativa, pues eso es lo que somos, vida en estado creativo.

Amargo es el sabor del desengaño, más, cuando se saborea antes el éxito de la ambición; pero es corregible con el dulce y exquisito, prolongado y casi eterno placer de la superación.