El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 29 de octubre de 2012

EL VALOR DE LA PROFECÍA.






- Enséñame el secreto que tan celoso guardas, que hace que tus pasos parezcan  siempre certeros, infalibles. Quiero saber de las observaciones que maneja la cábala para mostrarte el porvenir que anuncia tu profecía, pues deseo vislumbrar el tiempo que vendrá y sentirme seguro - dijeron las palabras -. Y el sentir respondió:

-  ¿ Acaso crees que te sentirás seguro por augurar lo que vendrá? Tu seguridad no va unida al acierto en el pronóstico, sino al pronóstico mismo, que no siempre será favorable.

La profecía no nace de la observación cuántica e interesada, más bien de la contemplación sin más. La observación busca una respuesta a sus preguntas mientras que la contemplación no pretende nada; sólo ve pasar.
La profecía no es un "don", sino una desgracia para el profeta que la anuncia, pues seguro desearía no tener que hacerlo, ya que nadie le creerá y se convertirá en un estigma de su tiempo mientras avance su corta existencia.




- Observar es ver desde fuera; contemplar es mirar desde el interior. Sólo desde la sombra se ve la luz; sólo en la luz se esconden las sombras.

miércoles, 10 de octubre de 2012

COMPARTIREMOS TODO.







- Paro por un momento en mi azarosa carrera por el tiempo que respiro y trato de contenerlo en mi aliento un instante nada más. Entonces miro a mi alrededor y veo la desigualdad que condena a los seres humanos a su infelicidad, separando a unos de los otros por el reparto de las riquezas. Y a un lado y al otro de la linea imaginaria que aparta la miseria de la opulencia, advierto el mismo reparto injusto que corrompe el corazón de los hombres. Unos son condenados indefinidamente a repartirse su miseria, mientras los otros, como incontinentes avaros, se reparten el beneficio de aquello que acumulan con voracidad y que no les corresponde por innecesario, vendiéndolo a un altísimo interés a los mismos a quienes antes expropiaron su parte.
Mas no consiguen la serenidad necesaria, el sosiego que permite la calma, porque obsesionados en conservar sus tesoros son invadidos por la inseguridad que les impide descansar su sueño, que desconfía de cada movimiento que perturba el silencio de sus noches. 

¡ Y mis pies parecen cautivos del círculo que describo con la mirada de mis ojos impotentes, incrédulos y decepcionados !




Y el sentir se reveló:

- El mal que comporta la desigualdad proviene del reparto. No existe reparto justo.  Cualquier reparto, por equitativo que sea, es momentáneo, inconsistente y fugaz; bastaría ponerlo en práctica hoy para comprobar mañana que no se adapta a nuestras expectativas, pues pronto los intereses individuales, fomentados por las debilidades humanas, romperán el compromiso. 

El ser humano, por su carácter especial, se resiste a compartir. Compartir es la ley natural por la que se rigen las demás especies; hasta los buitres comparten la carroña: cada uno toma sólo lo propio y necesario. Pero el ser humano es un inadaptado del medio natural que lo contiene y alberga. Necesita acumular para construir su mundo particular, artificial, por él creado, pues desea perdurar, no ser substituido. Y por ello busca espacio vital que habrá de conquistar y adaptar a sí mismo, para lo que emplea su fuerza en transformar el medio que le rodea generando inevitablemente conflictos y transformaciones no calculadas, no deseadas demasiadas veces.




- Quizás la especie humana no sea aún consciente de su transcendencia, y mucho menos, de los orígenes que la hicieron distinguirse del resto como especie creadora.
Todavía se esfuerza inútilmente en repartir incluso lo que no termina nunca de crecer, lo que no se puede dividir, lo que no ha sucedido todavía.
Y sin reconocer sus capacidades no crea, sino que transforma, acapara y no comparte; y en esto está el origen de todos sus males.




lunes, 1 de octubre de 2012

DESCONFÍA DE LA VENGANZA.




- Siento otra vez el odio mordiendo mi espíritu y me revuelvo de dolor. La impotencia corroe el momento que respiro y la venganza llama con violencia a mi dignidad menospreciada. 
Intenta regresar el mal que había conseguido desterrar lejos de mí, conozco su amenaza y la temo; se cuán fácil resulta equivocarse cuando el miedo aprieta el estómago y estrangula la garganta.
Se revela ante mí la venganza como único consuelo, avivada por las ansias de recuperar mi orgullo arrastrado por el suelo.
Me levanto y juro al cielo que responderé al mal con mal, que combatiré con sus mismas armas si hace falta para derrotarlo, para apartarlo de mí una vez más, definitivamente. Mas de pronto quedo mudo y me pregunto si sólo intenta que juegue a su juego, que caiga en sus garras para que nunca más pueda librarme de él.











Entonces se reveló el sentir:

-¿Es que no sabes que la venganza es el germen del mal, como el perdón la fuerza del bien? Al mal sólo se le puede derrotar desde el perdón, pues nunca podremos librarnos de su recuerdo. El perdón es el escudo que refleja el mal contra sí mismo, y en esto consiste su derrota, en su impotencia.
Si buscamos nuestro resarcimiento caemos en su juego, en el que no existen reglas y donde siempre nos espera la traición que nos arrastrará al final que no deseamos. Entonces tendrá entre rejas nuestra voluntad para siempre.




- Dentro de nuestro tiempo existen todas las posibilidades, todas las experiencias, por corto que nos parezca; y cada acción, aún la más oculta, tiene un viaje de ira y vuelta.
Sólo es cuestión de esperar el retorno de nuestro agravio perdonando, pues llegara la hora, que indefenso se encontrara atrapado en nuestra mano abierta, para no partir jamás sin nuestro permiso.