El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

miércoles, 29 de febrero de 2012

LA "NO ACCIÓN".





He visto engendrar violencia desde la "no violencia" ¿cómo es posible?
He comprobado cómo las buenas intenciones favorecen al mal. ¿Es que el mundo se ha vuelto del revés?
¿Cómo puede ser que tratando de darnos lo mejor todo se vuelva contra nosotros?
¿Por qué nuestros hijos no aprenden de nuestros errores - como tarde nosotros reconocimos - y se empeñan en continuar las debilidades que nos han consumido?

Y el sentir se reveló:

- La violencia tiene su origen en la propia naturaleza de las cosas. La misma naturaleza es violenta.

El lenguaje de la "no violencia", convertido hoy en un lenguaje de acción más que de aptitud personal, conduce a la confrontación, pues no es utilizado para defender derechos fundamentales, sino para proteger privilegios adquiridos, para otros impensables.

La "no violencia" no deja de ser una acción, y como tal pretende y consigue una respuesta que no siempre es positiva.
No sucede así cuando no se actúa. La "no-acción" no motiva violencia; es acomodaticia y se adapta al transcurrir de los acontecimientos sin alterarlos, sin precipitarlos.
La "no acción" es la puerta de salida del huracán de nuestras decisiones, en su mayoría equivocadas y sin retorno, pues hemos querido actuar sobre todo y todo hemos dejado de hacer. Cuando elegimos descartamos, y a más elecciones, más descartes.

Decían los sabios más antiguos:

"Quien no actúa no deja de actuar, pues se acomoda en cada caso al curso de los acontecimientos, y nada deja de hacer".

Miras a tu hijo en la jaula de algodones que has construido para que juegue en libertad con los juguetes que le has dado, para que si se cae no se golpee y se haga daño, seguro de todo mal; pero no logras comprender porqué llora si tiene lo mejor que has podido darle para que mantenga su tranquilidad.
Tal vez estés haciendo mal adelantándote a sus intenciones, a sus deseos, a sus necesidades; protegiéndolo demasiado, evitando que conozca por sí mismo el peligro.

Sabemos que nos atrae lo que no tenemos, y dándole a nuestros hijos todo lo que podemos, hacemos que aprendan a despreciar lo que en verdad se posee de cada momento para buscar más de lo que realmente hay; ansia imposible de saciar.

Nuestra actitud no violenta frente a sus reacciones - por nosotros inducidas - se torna permisiva y falta de respuesta; respuesta que espera su reacción, y que necesita para cesar en ella, por lo que en vez de aplacar su excitación acrecienta la violencia de sus expresiones, que buscan solución a sus querencias.
Cuando crecen, lo hacen en un clima de violencia inducido por un lenguaje de "no violencia" injustificable, que sólo trata de reprimir sus iras incompresibles.
La falta de conocimiento del peligro los hace peligrosos. El exceso de protección los vuelve soberbios, y el serlo, los conduce a la violencia para imponerse sobre los otros.

Deja a tu hijo, no impidas que se caiga porque no sepa andar todavía. Ayúdale a levantarse, pero sólo después de que él lo haya intentado sin lograrlo, de otro modo aprenderá tarde a levantarse y a caminar por sí mismo. Inseguro siempre, mirará desconfiado a su espalda antes de hacerlo, y eso le restará el tiempo necesario para conseguir lo que necesita para salvarse.

Aguanta sin actuar mientras no sea necesario, mientras no haya causa que lo motive, y así estarás preparado para el momento oportuno, para la acción necesaria.






sábado, 25 de febrero de 2012

El tiempo perdido.



- He caminado suficiente y ya puedo ver a lo lejos la frontera, la misma que un día no podré traspasar. Y miro atrás pero no veo aquello que perdí, lo que se me dio en mi tiempo y desprecié absorbido por el huracán de los deseos.


Ahora miro a mis pies polvorientos, cansados del largo andar, y levanto la vista sobre mi cuerpo dolido para reconocerme; pero en mi rostro sólo quedan sombras de lo que fui, apartadas, arrinconadas por el paso del tiempo.


La faz refleja doblegado mi espíritu salvaje y en mi cabeza ya no reinan las dudas, sino las certidumbres; aquellas que me retornan cada momento al tiempo perdido que derroché mientra soñaba imposibles.


Y veo la frontera cada paso más cerca, cada mirada más colosal, levantando su muro imponente frente a mi futuro lejano para impedir que siga el camino.
No pienso que otros llegarán antes, ya no me consuela. Tendré que rendirme al final ante su muro para dejar de ser, para dejar de andar, para dejar de amar.




- No temas a la enorme muralla que se abre ante tu vista, pues no está para detenerte, sino para que te desprendas de lo que en adelante no te hará falta -. Aseguro el sentir tras recuperarse de la melancolía y la tristeza que lo embargaba.


- Ella no es el final del camino, sino el principio de uno nuevo para el que no se requieren las cargas de este mundo; aquellas que nos atan a él.


Todos añoramos el tiempo perdido y tarde comprendemos lo que fue posible hacer y no hicimos. Pero cada uno sigue un camino que constantemente se cruza con otros cuyas señales son distintas y nos confunden, por lo que cada cuál tarda un tiempo en recorrerlo - hay quien se pierde definitivamente en el eterno laberinto de la vida - para despertar de los sueños y  reconocer la realidad que le conducirá hacia el final.


Sólo es amargo no poder soñar, cuando soñar se añora.
Sólo el tiempo perdido es importante cuando pensamos que ya nada retornará en nosotros como ayer, olvidándonos tal vez de lo que desaprovechamos ahora.





viernes, 10 de febrero de 2012

INFORMACIÓN SOLAPADA: DESINFORMACIÓN PREMEDITADA.


- Las noticias viajan desde cualquier parte del mundo a todo el resto conocido en un instante, repitiéndose sin cesar durante un corto periodo de tiempo hasta quedar tapadas por otras, que correrán su misma suerte. 

La publicidad nos bombardea sistemáticamente con sus múltiples variantes, inculcándonos los mismos conceptos, los mismos productos que tratan de vendernos masivamente y sin los cuales, nos anuncian, será peor nuestra vida. 

Se revelan vertiginosos los descubrimientos y la tecnología nos acerca a infinitas posibilidades, poniendo al alcance de la mano nuestros deseos de bienestar; pero en vez de aplacar, de minimizar nuestras necesidades vitales, incentiva otras nuevas que nos hacen más infelices cuando no podemos saciarlas.

El conocimiento hoy es mayor que en cualquier otra época, pero seguimos siendo igual de manipulables, igual de manejables, igual de vulnerables.

Y el sentir se reveló:

- No son todas, ni se producen antes, las noticias que nos llegan primero. A veces tan siquiera han sucedido, pero las aceptamos como tales y creemos sin cuestionar aquello que no ha ocurrido. Toda noticia, por verídica que sea, no deja de estar afectada por la manipulación desde el mismo momento en que se trasmite.
La manipulación de la información es real e interesada y resulta ser el marco de conocimiento en el que se mueve la conciencia social, por lo que se convierte en elemento esencial para el control de los individuos en cualquier forma de orden que trata de establecerse.

La publicidad promete soluciones a nuestras necesidades, sean del índole que sean, pero subrecticiamente lo que busca es estimular la necesidad de consumir, que en realidad es una necesidad artificial e inducida, que sólo busca el lucro. En ella se encuentra la tentación que nos empuja a creer que otro puede cubrir nuestras propias necesidades, lo cuál es falso. Nadie puede comer por nosotros, nadie podrá respirar por nosotros cuando nos quedemos sin aire.

Quedan infinidad de cosas por descifrar que descubriremos otro mañana, pareciéndonos también nuevas aunque hayan existido siempre. Cada generación es otro bebé que abre los ojos al mundo descubriendo algo nuevo cada instante, en cada mirada.

No estamos utilizando el desarrollo tecnológico de una manera global y beneficiosa para todo el género humano, sino que lo fragmentamos en múltiples partes para venderlo al mejor postor, quedando fuera de su beneficio los menos pudientes, los más desfavorecidos por la economía, lo que a su vez genera enormes distensiones sociales que hacen imposible un ritmo homogéneo en el desarrollo de toda la humanidad y en la creación y reparto de la riqueza.

Hoy en día nuestra calidad de vida no es comparable, ni siquiera, a la de nuestros antiguos reyes, y en la misma medida se encuentran nuestros conocimientos si los comparamos con los suyos. Pero igual que ahora nos parecen anticuadas las culturas del pasado, así considerarán la nuestra quienes vengan detrás tomando el relevo; cuando acabe nuestro tiempo y todos los adelantos del futuro no sirvan ya para nuestras vidas caducas.







martes, 7 de febrero de 2012

TIEMPO DE RÉQUIEM.




Es tiempo de "réquiem" en mi vida; es tiempo de réquiem en mi corazón.
Tiempo de réquiem por quienes murieron primero, cuando la vida me entregaba cada día un nuevo regalo que ocultaba a mis ojos el dolor.
Tiempo de réquiem por quienes murieron después, pues empecé a zarandearme con las tempestades del vivir y sólo de ellas pude preocuparme.
Tiempo de réquiem por quienes comenzaron a irse pronto de mi vida, antes de que aprendiera a despedirme; porque sus pérdidas fueron los primeros desgarros de mi alma, que sólo la vehemente inconsciencia de mi juventud pudo sanar.


Tiempo de réquiem, porque sangran ya profundas heridas que nunca cicatrizarán; y mientras sangran hacen sitio a otras nuevas, debilitando el latido de mi corazón.
Réquiem por quien no ha fallecido aún, pues se llevará otro pedazo de mí cuando se vaya, si aún permanezco en esta vida para velar su muerte.
Réquiem por mí, pues muchos de los que he amado no estarán para acompañarme en la larga noche de los muertos.


sábado, 4 de febrero de 2012

Otro auto-retrato más.





La mínima contrariedad decae mi ánimo.

Despierto y me levanto como todos los días, un poco saturado. Llego a la cocina, doy la luz (comienza mi primera duda) y el interruptor o la bombilla se resisten a funcionar. Tras un cadencioso parpadeo por fin se crea la claridad, justo en el momento que mi pie derecho se mete de lleno en el charco de orín que la perezosa perra (siempre se resiste a salir antes de acostarse para hacer sus necesidades, si hace frío) ha dejado por la noche en el suelo de la cocina. Miro hacia el techo en un movimiento reflejo de mis pensamientos, y me pregunto si Dios se encontraría con algún problema parecido durante la creación (segunda duda).


Comprendo que he empezado el día con mal pie y que debo ser paciente y organizado; lo primero la maldita pastilla para sentir que me encuentro bien, a ver si como todos los días, después de tres cafés seguidos con el humo correspondiente, no estoy seguro de haberla tomado. 


Pongo la radio, necesito otras voces que me recuerden que no soy el único ser humano que se angustia un poco más cada mañana por tener todo el tiempo por delante y nada que hacer de provecho para sobrevivir al día siguiente; y como todos los días desde hace demasiado tiempo, las noticias escupen sapos y culebras y se repiten en mi mente como la última comida en un estómago revuelto. 


El filtro de la cafetera está obstruido y el agua sale por todos los lados dejando aguado el café. Me contengo y repito la operación, pero el maldito filtro dice que "si quieres arroz, Catalina". Me lo tomaré de todos modos, no soporto fumar con el estómago vacío y estoy empezando a impacientarme después de tres viajes consecutivos al salón hasta conseguir, por fin, liarme un cigarro. 


Ahora un mechero que encienda; tarea ardua encontrar uno tras una larga noche de teclas y pantalla de televisión. Después de otras mil vueltas del salón a la cocina y de ésta a la habitación que utilizo como "estudio", consigo encender el cigarro a duras penas con un mechero al que aún le queda un último aliento, y después de un trago que casi deja seco el vaso del café con leche - algo templado ya por la larga espera - aspiro un par de fuertes bocanadas de humo que alimentan a esa hora mis pulmones más que el café al estómago dormido, que comenzará a moverse y a rugir inmediatamente. 




Como siempre, corriendo al baño apenas terminado el desayuno austero, con el cigarro medio apagado en los labios. Antes me aprovisiono de un diario - el menos desfasado de fecha a poder ser - para hacer más llevadera la operación necesaria.


- ¡Maldita sea, me olvidé el mechero! - me doy cuenta tras sentarme con urgencia en la taza del baño y aspirar una bocanada de aire sucio y frío del cigarrillo apagado. 
-En fin, procuraré cambiar el papel de fumar, éste se apaga demasiado. A ver que nos cuenta hoy mi amigo - me digo -. Doy la vuelta al periódico y empiezo a leer el artículo de mi escritor preferido del diario regional. Reflexiono por un momento levantando la vista del papel, pensando donde estoy y lo que hago; y me entristezco observando en que estoy convirtiendo mi afición favorita, la lectura.


- Joder, no puede ser - pienso mientras me miro al espejo -; es como si cada uno de los caminos por los que ha discurrido mi vida hubiesen dejado grabada su huella en mi rostro. Es penoso, con estos pelos imposibles de domar si no los inundo cada mañana; y estas barbas, ni cortas ni largas, ni blancas ni negras, algo ralas y siempre encrespadas. ¡Eso sí, sigo teniendo un pelo que crece en abundancia! Aunque los claros empiezan a hacerse notar en el antaño enmarañado bosque de mi coronilla, y las entradas de mi frente parecen bahías.
No creo que nadie, de verme a estas horas, piense que llevo y me quede bien el medio siglo, casi cumplido. Un tiempo nada corto, pero tampoco demasiado largo de existencia (tercera duda).


Escurro el sueño con los ojos cerrados mientras mi rostro recibe el agua templada, y limpio mi aturdimiento matutino  expulsando bajo el grifo lo que mis bronquios no pudieron retener durante la noche. 
Vuelvo a mirarme al espejo, pero el agua ha dejado más evidentes mis arrugas; decepcionante, parecía que antes se veían menos. Bueno... ya no tiene remedio.


Intento entablar un ligero diálogo con lo sobrenatural para reconciliarme con el mundo conocido, como cada mañana; pero me pierdo a cada poco entre los vaivenes de mi mente conjugados con las noticias del último boletín informativo.
Lo trascendente y lo intrascendente se hacen un nudo en los pensamientos peregrinos del momento, y aunque en ello no aprecio nada místico, me parece que mi estado mental tampoco se halla en parámetros normales. 


- Necesito otro café - pienso; y me doy cuenta de que no estoy seguro de haberme tomado la maldita pastilla.
- No arreglará mis neuronas, pero seguro que deja mi hígado hecho un colador - me digo -. ¡Joder, ya me he fumado el puto cigarro! Tendré que hacerme otro.


Mientras me tomo el segundo café - esta vez bien caliente y cargado - y me fumo un nuevo cigarro, "la prima", esa que tiene tanto peligro según los voceras contertulios del programa matinal que escucho, y que afecta tanto a nuestra economía, me recuerda que debo atender mis obligaciones pagando como cada mes, de forma religiosa, el techo bajo el que cobijo mi extraña existencia, al menos para mí.
No se que me pone más nervioso, si tener que rellenar el depósito del coche, que se queda tiritando como yo cuando el operario retira la manguera, o enfrentarme al maldito cajero automático que nos han puesto a la entrada del banco, y que ahora hace todas las operaciones que realizaba antes el empleado despedido por la crisis, que siempre me recibía con una sonrisa aunque no me pudiese ver.
Empiezo a deprimirme al ritmo que el cigarrillo se apaga otra vez entre mis dedos, y "pillo" de pronto que apenas he terminado el café, sin tomarme el escurridizo fármaco que parece sentarme tan bien. Desaparecen todas mis dudas en ese momento y se impone la certidumbre de que debo dejar de vacilar tanto y ponerme en marcha de una vez, si quiero que el mundo no me atropelle dejando otra magulladura más, otra señal del absurdo paso del tiempo en mi cara.