El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

martes, 31 de agosto de 2021

REDENCIÓN.










-Me esforcé tanto en perdonar, que olvidé que yo también necesitaba ser perdonado. Y ahora mi corazón se resquebraja por el dolor que provoca la incomprensión, el olvido y la indiferencia de quienes amo. Por perder su respeto y admiración, por dejar de representar lo que significaba para ellos.
Nunca como ahora he sentido la culpa de mi corazón tempestuoso, que mirando a otros encontraba disculpa a sus errores y a su soberbia. Ahora, derrumbado como un ídolo con pies de barro, pide redención para su alma.

Y el sentir se reveló:

-Si en verdad buscas perdón, hallarás el camino en el amor que todo suaviza, que todo cura, que todo nutre de vida. Para ello, deberás esforzarte tanto como lo hiciste para perdonar la intransigencia, el resentimiento y la ignominia que sufriste de los demás.
Quizás tu boca no encuentre las palabras necesarias para hacer oír tu súplica, por lo que serán tus acciones en adelante las que hablen por ella. Se paciente en el amor, pues siempre da su fruto. No desesperes porque otros estén tan ciegos como tú estuviste. Entrega a sus corazones la misma comprensión que ahora necesitas para sofocar tu angustia, sin esperar que te lo pidan. Nadie quiere cargar con el peso de la culpa. Vivir sin perdonar no es mejor que hacerlo sin ser perdonado, y ambas cosas dependen sólo de ti.







domingo, 1 de agosto de 2021

REBELDE.






Las palabras se revelaron al sentir:

Fui joven y rebelde, fui voluntad y no razón. Conocí los castigos, los rigores que conlleva la oposición al dogma establecido que dicta la linea a seguir, la forma de estar y de sentir, de actuar en cada momento. Que intenta contener al ser en un estado impropio, incómodo y limitado. Y sufrí por ello, tal vez por ignorar que era la rebeldía mi mayor virtud.
Buscaba entonces sin encontrar razones a mi alma inquieta, y sólo la fuerte determinación de ser sólo aquello que se definía en todo lo que se me negaba, condujo mis pasos.
Persigo ahora la virtud en la resignación pues para ello me sobran razones, pero sufro la contradicción que impide el sosiego que anhela mi viejo corazón, porque perdura en mi alma joven la rebeldía que forjó mi ser para siempre. Aprendí a nadar contracorriente y ahora no se dejarme llevar. Nada ha cambiado después de tanto tiempo, aún busco respuestas a mi inconformismo y mi voluntad es vivir.