El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

domingo, 31 de octubre de 2021

DESESPERANZA.



 

-Mi consciencia despertó sobresaltada de la atmósfera sedante, casi hipnótica, del momento de soledad elegido para sofocar el tedio de la rutina implacable. Igual que en un mal sueño. Entonces descubrí que nunca había estado solo, que no es igual elegir que aceptar. Y en aquel instante crítico sentí la soledad verdadera que conduce al ser humano a la desesperanza, pues el alma confundida cayó de pronto en su vacío desolador y me acercó al final certero desde su fría mirada. Me sentí insignificante en la vida que todo contiene, casi inútil para ella. Mi tiempo de realización se mostró caduco, perteneciente a otra época y fuera de contexto con el porvenir. Todo había cambiado y yo parecía caminar de espaldas al tiempo, que se alejaba cada vez más veloz. Y sentí como se estremecía mi cuerpo para despojarse del sudor frío que produce el temor a dejar de ser, a desaparecer eternamente. Toda mi fe, mi pasión por la vida, se sintió acorralada y disminuida al infinito que conduce a la nada.
Pero sólo fue un instante de debilidad, pues pronto me revelé.  Resignarme significaba comenzar a morir, aceptar la derrota inevitable. Y morir nunca había sido la elección. Pertenecía al tiempo que aún corría a mi lado dejando el destino en mis manos, como él me pertenecía también. Era yo la causa auténtica de su realización. Volvería por ello a ser lo que sentía para dejar señal de mi paso y no desaparecer del todo, para siempre. Nunca más dudaría de la utilidad de mi sentimiento. Mi época no había concluido aún.