- He caminado suficiente y ya puedo ver a lo lejos la frontera, la misma que un día no podré traspasar. Y miro atrás pero no veo aquello que perdí, lo que se me dio en mi tiempo y desprecié absorbido por el huracán de los deseos.
Ahora miro a mis pies polvorientos, cansados del largo andar, y levanto la vista sobre mi cuerpo dolido para reconocerme; pero en mi rostro sólo quedan sombras de lo que fui, apartadas, arrinconadas por el paso del tiempo.
La faz refleja doblegado mi espíritu salvaje y en mi cabeza ya no reinan las dudas, sino las certidumbres; aquellas que me retornan cada momento al tiempo perdido que derroché mientra soñaba imposibles.
Y veo la frontera cada paso más cerca, cada mirada más colosal, levantando su muro imponente frente a mi futuro lejano para impedir que siga el camino.
No pienso que otros llegarán antes, ya no me consuela. Tendré que rendirme al final ante su muro para dejar de ser, para dejar de andar, para dejar de amar.
- No temas a la enorme muralla que se abre ante tu vista, pues no está para detenerte, sino para que te desprendas de lo que en adelante no te hará falta -. Aseguro el sentir tras recuperarse de la melancolía y la tristeza que lo embargaba.
- Ella no es el final del camino, sino el principio de uno nuevo para el que no se requieren las cargas de este mundo; aquellas que nos atan a él.
Todos añoramos el tiempo perdido y tarde comprendemos lo que fue posible hacer y no hicimos. Pero cada uno sigue un camino que constantemente se cruza con otros cuyas señales son distintas y nos confunden, por lo que cada cuál tarda un tiempo en recorrerlo - hay quien se pierde definitivamente en el eterno laberinto de la vida - para despertar de los sueños y reconocer la realidad que le conducirá hacia el final.
Sólo es amargo no poder soñar, cuando soñar se añora.
Sólo el tiempo perdido es importante cuando pensamos que ya nada retornará en nosotros como ayer, olvidándonos tal vez de lo que desaprovechamos ahora.
- No temas a la enorme muralla que se abre ante tu vista, pues no está para detenerte, sino para que te desprendas de lo que en adelante no te hará falta -. Aseguro el sentir tras recuperarse de la melancolía y la tristeza que lo embargaba.
- Ella no es el final del camino, sino el principio de uno nuevo para el que no se requieren las cargas de este mundo; aquellas que nos atan a él.
Todos añoramos el tiempo perdido y tarde comprendemos lo que fue posible hacer y no hicimos. Pero cada uno sigue un camino que constantemente se cruza con otros cuyas señales son distintas y nos confunden, por lo que cada cuál tarda un tiempo en recorrerlo - hay quien se pierde definitivamente en el eterno laberinto de la vida - para despertar de los sueños y reconocer la realidad que le conducirá hacia el final.
Sólo es amargo no poder soñar, cuando soñar se añora.
Sólo el tiempo perdido es importante cuando pensamos que ya nada retornará en nosotros como ayer, olvidándonos tal vez de lo que desaprovechamos ahora.
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