El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

miércoles, 22 de enero de 2014

COMPRENDER Y APRENDER.








Desde niños aprendemos sin comprender. La inmensidad creciente de datos, de conocimientos a los que somos sometidos, ocultan las verdaderas razones y la utilidad real de los mismos y nos sumen en una nueva ignorancia; aquella que se genera en las mentes cuando no tienen el tiempo necesario para clasificar y procesar el caudal desbordado de información aparentemente desarticulada, aparentemente inconexa, aparentemente gratuita, lo que impide una elección adecuada de los conocimientos autenticamente necesarios para nuestra subsistencia en cada momento.

El bombardeo sistemático de datos sobre las conciencias produce en ellas hastío y pereza, predisponiendo a las mentes a la comodidad de no hacerse preguntas, sólo abstraídas en busca de respuestas a los impulsos instintivos.








La libertad de pensamiento no es tal por existir libertad de criterio. Si no se sigue una norma que sirva de referente a todos, es fácil perderse en el libre albedrío de las  interpretaciones. 
Todo lo que vemos, lo que conocemos de la vida, está conectado entre sí pues forma parte de una misma estructura, surge de un mismo núcleo y sufre las mismas alteraciones y metamorfosis; por ello nuestro criterio debería contar con esta norma, de otro modo, sin su referente, la libertad de pensamiento sólo es un espejismo.







jueves, 9 de enero de 2014

NO SABE EL SABIO.







- El conocimiento del sabio no es interesado, pues no aprende para sobrevivir en el mundo, sino para vivir más intensamente en él. Por eso, el sabio reconoce que su saber no le pertenece, ya que del mundo lo ha tomado, y que su única misión es vivir según lo aprendido y ser guía y luz de otros seres que también buscan intensidad en su existencia.



















Quien vende su saber no es sabio, pues se olvida de la norma y cree saberlo todo, por lo que tendrá que pagar cada vez que necesite del conocimiento de otros, que como él, venden para sobrevivir sin intercambiar.















Mundo de técnicos, de expertos, perdidos en la inmensidad de lo que no es su especialidad, de lo que aún no han aprendido.
Mundo presuntuoso que necesita de profetas falsos, incapaces siquiera de explicar el pasado, y que dictan cómo comportarnos en el futuro que añoramos.










Como pluma transportada en el regazo del viento perezoso y juguetón vive el sabio; recorriendo en soledad espacios quizás visitados, quizás sentidos; más, ya sólo dependiente de su peso ligero, de su volatilidad. 

martes, 7 de enero de 2014

EL MUNDO SUPERFICIAL.







Reconocer el mundo superficial, y aceptarlo, es hallar el medio en el que descansa nuestra naturaleza.

Cuanto menos nos distinguimos, cuanto más nos disolvemos en la superficialidad de las cosas, más nos destacamos; como se destaca entre la yerba que crece alta y que se mece con el viento, en suaves ondulaciones, el lirio que abre su flor temprana y perfecta. Como se distingue la amapola sencilla y delicada en la soledad del campo verde, sembrado de espigas.

No destaca la amapola en compañía, sino el manto que crea en el terreno baldío, donde agarra la semilla.  No destaca el lirio que con otros forma macizo en la orilla del río, junto al sauce.

Ser conscientes de nuestra altura, de nuestra particularidad y cualidad, no nos hace distintos si no es para aportar un matiz que distingue al tono general.