-Veo a la humanidad en conflicto permanente, incendiando el mundo por doquier con las llamas de la guerra.
Aspirar a una vida mejor significa tener paz, pues la paz es constructiva - dijeron las palabras -. Sabido es que sin paz no hay progreso. Mas, parece débil y quebradiza, como si el conflicto que estuvo primero la mantuviera condicionada, igual que la libertad del preso lo está por la sentencia del juez.
Entiendo la guerra como la imposición de la razón de la fuerza sobre las demás razones. ¿Pero acaso no parten, todas y cada una de ellas, de la verdad absoluta? ¿Cómo es que la verdad divide a los seres hasta el punto de enfrentarlos? ¿Se puede resolver el conflicto que mantiene a la humanidad esclavizada con cadenas de entrelazados eslabones de guerra y paz, frenando su evolución hacia una existencia más plena y armoniosa?
Y el sentir se reveló:
-El conflicto es inherente a la vida debido a la diversidad de formas que ésta adopta, que hace inevitable la confrontación que la multiplicidad de razones suscita. La verdad es la vida misma, con todo lo que su diversidad contiene, incluidas sus contradicciones, por ello tan difícil de comprender.
La razón es incompleta, debe su carencia a la diversidad, por lo que no hay una razón, sino muchas. De lo que se deduce que sólo contemplando todas las razones llegamos a la verdad absoluta, sin la cuál, el reconocimiento y la aceptación de la diversidad que da forma a la existencia se hace incomprensible para el razonamiento humano.
El conflicto radica, básicamente, en la negación al reconocimiento y la aceptación de otras razones que no sean las propias. En buscar que la verdad absoluta descanse en beneficio de unas, y no de otras, por muchos y muy variados intereses de parte. Por esto que la verdad, difícilmente definible, sea altamente manipulable.
En esta manipulación, basada en la ignorancia de las demás razones, vierten los seres sus miedos existenciales temerosos unos de otros, en continua competencia absurda por aquello de lo que forman parte y que pretenden poseer por entero para realizar sus deseos. Y se hace insuficiente el intercambio de valores, pues después de un tiempo se produce un déficit en unos y un superávit en otros que desequilibra las fuerzas que se mantienen en armonía con la verdad que todo contiene.
El intercambio fue un primer paso para la paz entre los seres, pero con él se puso un precio distinto a cada uno de los valores que son necesarios y que corresponden a todos por igual. De ello se deriva el reparto injusto del que surge el conflicto.
La lección pendiente del género humano es aprender a compartir, porque compartir supone un reparto más ecuánime de los recursos disponibles y una forma de afrontar las necesidades más comprometida con todas y cada una de las partes.
Pero para ello se necesita la aceptación, más amiga de la necesidad que del capricho, pues aceptar las demás razones supone el desprendimiento de los deseos particulares y de los apegos materiales para poner al ser individual al servicio colectivo. Los seres humanos nacen desnudos y el resto lo toman del mundo; sólo al mundo pertenece.
Acabarán las guerras cuando los seres dejen de intercambiar lo que creen poseer y pasen a compartir lo que son capaces de obtener con su creatividad y esfuerzo. El resto queda en la esfera del lucro personal y de todos son conocidos sus resultados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario