El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

miércoles, 25 de junio de 2014

EL OLVIDO Y EL PERDÓN.






-“Perdona, pero no olvides”- me dijeron -; mas, ¿cómo puedo perdonar sin olvidar los agravios, las injusticias cometidas contra mí? Por más que lo intento no lo consigo, y nada positivo hallo en el perdón que debería otorgar; no encuentro en ello beneficio ni satisfacción. ¿Acaso es preciso olvidar primero? – Preguntaron las palabras.

-El beneficio del perdón es como el descanso necesario para los pies doloridos tras un día de larga caminata, y que saben que su camino aún no ha terminado. La satisfacción sólo llega entera al final del viaje, aunque se disfrute en pequeñas dosis después de cada etapa. Nada que se consigue a medias es satisfactorio.
No podrán olvidar los pies el dolor mientras dure su camino, mas la mente estará siempre preparada, centrada en llegar al final libremente impuesto a pesar del sufrimiento de sus miembros, de los cuales habrá de olvidarse cada vez que retomen su marcha. ¿Acaso no es cada día una etapa nueva que al llegar la noche se consuma, y el olvido del sueño quien nos reporta el descanso y la energía necesarios para emprender la siguiente?

Nunca olvidaremos del todo el mal cometido contra nosotros mientras nuestra consciencia esté viva, pero sin olvidar no podremos con la carga que iremos acumulando en nuestro recorrido vital, una carga cada vez más pesada para el ser que se desgasta. Olvidar ayuda a desprendernos del peso adquirido, pero es necesario perdonar primero para conseguirlo. Nunca de otro modo podremos liberarnos del recuerdo del dolor recibido, y entonces, siempre pesará más en nosotros el lastre del pasado doloroso que la esperanza del futuro mejor.



  


sábado, 14 de junio de 2014

SÓLO UNA MEDIDA MÁS.







- Despojaremos al dinero del poder que le otorgamos, aquel que le supone un valor mayor, que el propio como medida de intercambio para el que fue creado; un valor ficticio, pero asumido por el ser humano para dar respiro a la  ambición de poseer la vida y que ha convertido en su fetiche, en dios omnipresente que controla y administra todas sus necesidades y que castiga a su antojo a quienes no cumplen las reglas.
Un valor que se realimenta en sí mismo y que aumenta constantemente sólo con cambiar de lugar, con mudar de forma, sin necesidad de las tribulaciones por las que los hombres deben pasar para conseguirlo, pues es por ellos adorado y protegido.


No nos engañaremos más suponiendo creativo al dinero, son los hombres quienes inventan y producen; quienes trabajan y se desgastan por conseguirlo para intercambiar sus valores, sus esfuerzos y logros. El dinero no es más importante que la hora en nuestro reloj.

Pondremos límites a su poder para que nos sirva  de regla, de medida nada más, del desarrollo de nuestras capacidades creativas, de expansión positiva de la vida humana en armonía con el resto de los seres y las cosas. No es el dinero quien levanta rascacielos, son las manos del hombre. El dinero es sólo un aval de sus cualidades, no las cualidades mismas, por lo que la posesión de aquél no implica disponer siempre de ellas. Por ello nos servirá de referente, no de dato determinante, pues sabido es de sus desequilibrios y desmanes cuando es utilizado como regla máxima y se deja a su libre albedrío. 


El ser humano no puede encadenarse con números, pues su valor es incalculable, pero pierde la perspectiva en el espejismo de la creencia de considerarse individual y autónomo, cuando su carácter es colectivo y social, por lo que entra en auto-valoraciones que limitan sus posibilidades creativas. Un hombre no puede hacer más que otro sin ayuda de éste, por ello distinguiremos la economía especulativa, puramente ficticia y artificial, sólo dada al estímulo emocional, personal y sensitivo - a la cuál dejaremos un cauce necesario de realización -, de la economía real y necesaria para nutrir y sostener las aspiraciones de supervivencia como especie superior, que en su evolución, rige y decide la forma de vida y la existencia de otras de las que también depende.






miércoles, 4 de junio de 2014

CARÁCTER.






- Sigo cometiendo errores que me separan de lo aprendido, de aquello que reconocí cierto y para lo que dediqué tanto esfuerzo pensando que su conocimiento me impediría caer de nuevo en el equívoco -. Dijeron las palabras. -¿Qué me falta para sentirme en plenitud con la sabiduría que añoré y por la que renuncié a tantas cosas? ¿De qué me sirve, si no se aplicarla en mi vida? - Preguntaron. 

Y el sentir se reveló:

 -La incontinencia de tu carácter se interpone entre el ser que pretendes y el mundo que lo rodea. Para revertir siempre a tu favor la realidad deberás decir sin hablar, pues a veces nuestras palabras son obstáculos que se levantan arrogantes ante quien van dirigidas sin apenas darnos cuenta, consiguiendo el resultado contrario al pretendido. El silencio reflexivo será la rienda de tu temperamento tempestuoso, que se adelantará siempre a éste para que en tus palabras no exista doblez.


Harás sin anunciar, sin adelantar acontecimientos que otros no puedan comprender, aunque sepas sucederán seguro. Deja que las cosas discurran por sí mismas, no precipites los cambios, espera el desenlace y siempre te resultará más fácil adaptarte a las situaciones nuevas.
No esperes comprensión de tus palabras si antes no han sido invitadas, es un error querer corregir lo que aún no se ha consumado; y antes de escuchar a otro, calla las voces de tu interior y pon a buen recaudo tu verdad, para que el carácter no te traicione otra vez.