El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

martes, 31 de diciembre de 2013

POR MÍ Y PARA LOS DEMÁS.




No escribo para mí, escribo para los hombres. Y no lo hago por ellos, sino por mí. Salen las palabras de la profundidad de mi sentimiento liberando el yo aprisionado en la cárcel de las circunstancias, para darlo al mundo como tributo por mi existencia.
Tributo que servirá a otros para descubrir el suyo y contribuir a la vida, que así lo exige para ser posible.
¿De qué servirá al maestro albañil construir más casas que la suya, si nunca han de ser habitadas? ¿Cómo revertirá en él el esfuerzo de su trabajo? ¿Quién reconocerá su maestría?
Yo construyo casas con palabras para que puedan morar en ellas otros corazones. Y mi maestría toma sentido cada vez que a otro corazón acoge y reconforta.











Y en la creación de mundos imaginarios, de sutiles atmósferas, mi vida se regenera  enriqueciendo al yo oculto e indescifrable.
En la articulación de las palabras encuentro la definición que habita dentro, que se esfuerza por expresar, por dar claridad a su verdad y revelarla a los demás.







domingo, 29 de diciembre de 2013

BUSCANDO AL AUTÉNTICO SER.




-Siendo niño sabía perfectamente quien era yo, lo que me permitió conocer la felicidad auténtica el tiempo necesario para perseguirla después por el resto de mis días.

Distinguía entonces mi mundo del de los adultos y estaba seguro de mi realidad y de mis sueños; fantasías de ilusión que permitían materializar los seres soñados, transformándome cada día en ellos.
Mas diferenciaba mis deseos, mis necesidades e inquietudes, de las que parecían arrastrar por el tiempo a mis mayores, angustiados siempre entre el hoy y el mañana, inseguros y miedosos del porvenir; encadenados a las decisiones en cada momento, donde se paga con tiempo y decepción las equivocaciones.

En mis juegos nada podía salir mal, yo era el autor del personaje y quien, a su vez, interpretaba su papel en la obra que representaba en cada oportunidad que entregaba el día. No tenía responsabilidad, sólo yo era el principio y el fin de mis decisiones, a nadie más afectaban, a nadie parecían importar, a ese nadie que suponían para mi los adultos con su mundo loco de realidades insalvables, sin vuelta atrás.
La realización de mis sueños no tenía límite, pues la imaginación me permitía transformar los elementos en escenario de mis proezas y alimentar el alma de cada personaje con las cinceladas de mis deseos. Nada podía destruirlos, y mis sueños se transformaban en realidades que vivía con intensidad en cada representación, sabiendo que en realidad eran eso, representaciones de mi mente, de mi ser inmaterial.

 Mientras fui niño conocí mi autentico ser, mi yo; ese que era inmune a los cambios que el mismo provocaba.







Pero la niñez pasó, y en el ardor adolescente que desata la pasión por otro ser, real y distinto, desconocido, se ocultó el yo vital y auténtico, el que por sí sólo se valía para materializar ilusiones, para rebasar metas elegidas. Buscando a otro me perdí entre la multitud, esa misma de la que un día me tendría que apartar para reencontrarme con él de nuevo.

En mi desorientación conocí el fracaso de los errores que cometí mirando por otros ojos, sintiendo por otros corazones que ya sentían, otros seres que también tenían alma y que seguían el guión que la vida les imponía por el mismo motivo. Y comencé a preguntarme lo que nunca había dudado: ¿Quién era yo?
Desde entonces sigo recogiendo restos de su estela, del yo que reconocí antes de que otros lo hicieran para nutrirse de su fuerza, y que me descubrió un mundo feliz.
Ahora se, que sólo soy cuando busco lo que fui y mientas se mantiene mi búsqueda; como en mis juegos de niño, pues el resto es impropio, impuesto, forzado por las circunstancias.





Nunca volveré a la niñez, mas me aferro a su virtud para soportar el peso de la vida material que encadena al espíritu perenne, encerrado en una forma física y caduca.
Ya no se quien soy, pues mi cuerpo adulto ha ocultado mi alma eternamente joven; pero se lo que soy, y para realizarlo juego con mis sueños como un niño cada día.







martes, 24 de diciembre de 2013

CLARIVIDENCIA.






- A veces, nuestros sueños parecen gigantes que se alzan clamando al cielo; que pretenden alcanzar para liberarse de la tierra que sepulta sus pies impidiendo cualquier otro movimiento.
Nuestros sueños, a menudo infructuosos, son los brotes nuevos que permiten regenerarnos una y otra vez a pesar de las podas necesarias e inevitables, ya que todo envejece, todo se pudre y es necesario apartarlo de la vida para que ésta se conserve pura.













Buscamos la luz en cada ocaso olvidando que sólo en cada amanecer retorna, y nuestra alma siente nostalgia, miedosa de no regresar. Pero somos como la luz que atraviesa infinitos matices, dejando en cada uno rastro de existencia, chispa de vida que prende en ellos para contagiarse.  






















Dejarnos llevar y discurrir como todo lo demás es parte de nuestra norma, de la clave para sobrevivir y adaptarnos; pero es a la vez vital, existencial, revelarnos, destacar nuestro valor entre el resto para que el mundo sea mundo, diferente, pletórico de vida que bulle y evoluciona.
El mundo entero forma parte de nosotros, como no podría ser de otro modo sin nuestra impronta, nuestra energía creativa. Somos transformadores de espacios y creadores de vida, a ello nos ha destinado la naturaleza, poseedora de todas las razones, de todas las definiciones.











Y en nuestra sabiduría se encuentra la comprensión que lleva a la clarividencia.
Sólo la clarividencia permite nuestro sosiego y con él la felicidad que pretendemos, pues colma nuestra sed de deseos para vencer la ansiedad de la ambición.







Desterraremos el estigma de pertenencia y posesión para sentirnos parte de algo mucho más grande, algo que no termina en nosotros mismos y que entrega un sentido a nuestras vidas desorientadas, sumidas de nuevo en el desengaño de lo que quisimos ser; sumisas al camino que marca nuestro futuro, como siempre incierto.












miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿HARÉ LO MISMO?







- Si volviese a nacer , ¿reconocería el mundo que siento, que aún hoy me esfuerzo por comprender, o me sorprendería de nuevo con cada maravilla que a cada paso descubrieran mis ojos ilusionados?

Si naciera otra vez, ¿tendría en cuenta las equivocaciones de mis decisiones en la vida pasada, que hundiéndome en su fracaso  perdieron mi tiempo anterior ? ¿Y la indecisión que provocaba después mi miedo a equivocarme de nuevo, impidiendo a mi ser realizarse en plenitud?


Y el sentir se reveló:







- Si reniegas de los errores que han sido tu aprendizaje, de los cuales has deducido la verdad que necesitabas, nada habrás aprendido, pues sólo ellos delimitan el camino seguro. ¿Cómo guiarte de nuevo si no existe la posibilidad, si no tienes la herramienta de la equivocación?


Tampoco se pierde el tiempo cuando nos equivocamos, pues la vida es una repetición constante que logra sorprendernos con infinitas transformaciones; la decepción que sentimos por nuestra falta de acierto, es el miedo que nos impide decidir un nuevo resultado, en el cuál estaríamos invirtiendo otra vez en nuestro tiempo y modo de vida.


 No existe vida sin ilusión, sin esperanza de sobrevivir a cualquier avatar, a cualquier metamorfosis o transformación de los elementos; al paso del tiempo.

La ilusión es la fuerza vital que nos acompaña y que permite controlar nuestra mente, encerrada en una vida corpórea, material, decadente y finita.





martes, 3 de diciembre de 2013

SER Y PODER.





Abrumado por la sorpresa, el discípulo corrió hasta la morada de su maestro para darle la noticia urgente: el Rey venía de camino para verle.

Los dos últimos mensajeros enviados por el Rey habían regresado sin contestación al requerimiento de su llamada, y el tercero se había adelantado a su partida para anunciar al más sabio entre los sabios su llegada inminente.

El discípulo esperó paciente que su maestro se levantara del suelo, donde estaba sentado reposando su meditación en mitad de la estancia desolada, despojada de objetos personales. No quería llamarlo por su nombre, sabía que no recibiría contestación de su parte; tampoco interrumpir sus pensamientos, algo que creía no ser del agrado del maestro.

Cuando éste se hubo levantado y tras comprobar la bondad en su mirada, el discípulo fiel le dijo:

- Maestro, el Rey viene hasta aquí y os busca a vos. Pero mucho me temo que su llegada parta del enojo de sentirse despreciado por la ausencia de vuestra presencia cuando ante él ha sido requerida.

El Rey tiene el dominio absoluto sobre los seres, sobre las cosas, más allá de donde llega su mirada. No le gustará que nadie lo contraríe, y menos cuando esa contrariedad nace del rechazo de los privilegios por él concedidos con el mayor de sus reconocimientos para mi maestro.

- Nada, por bueno que parezca, es un reconocimiento si por ello se nos exige subordinación. Nada es un privilegio si no se ejerce.
El Rey está subordinado a sus caprichos porque cree que todo le pertenece, y no es así.
Ha sido siempre mi deseo y ambición desprenderme de todo privilegio que pudiera serme dado, pues otro ser sufriría por la falta de lo que a mi me sobrara. Todos somos iguales al nacer y al morir, ¿por qué hacer distinciones mientras tanto?

Pero anda, ve delante, aún no estoy dispuesto; pronto estaré en presencia del Rey para aplacar la furia de su ansiedad por ser complacido, no le haré esperar, te lo aseguro.








- Compruebo - dijo el Rey - que no has querido demorar tu  presencia ante mí. ¿Acaso debo estar agradecido?

- Ser hospitalario con quienes pasan por mi vida para no quedarse, sino para continuar su camino - contestó el maestro -, lo considero obligación y en ello no veo mérito. Por lo tanto no pido agradecimiento, actuó de acuerdo a la norma natural.

- No paso por tu vida - insistió el Rey -. He venido a llevarte conmigo. Mi reino debe ser dirigido por los más válidos, aquellos que ven claro su destino y son imperturbables como una roca, que a pesar del azote de los elementos se mantiene inamovible.

- Pero yo no soy como la roca, insensible y rígida, sino como el agua que se adapta al espacio que la contiene y que está dispuesta a escapar por la más pequeña fisura. No soy maleable como la roca, que se puede esculpir para que transmita impertérrita una imagen; soy como el viento que sentimos en el rostro, que descubrimos en el movimiento de los árboles, imposible de contener, de dar forma. Por ello no soy el indicado para servir a las expectativas de un gran gobernante, que necesita hombres que no duden de sus nombres, seguros de lo que creen correcto, de lo que representan. 

- ¿Acaso no soy tu Rey?¿No son órdenes para ti mis deseos? Tengo el poder para decidir sobre lo que me rodea, y podría ordenar tu muerte para complacerme. ¿Es que no temes como los demás mi ira?


- Tu eres el Rey de un gran país y tu palabra es ley para sus gentes y todas las cosas que contiene, pero reyes existen muchos y todos merecen admiración y respeto, hasta el mismo rey de ladrones; y yo no me debo a ninguno. Mi ser, ese que crees también poseer, responde sólo a las circunstancias que acepto para poder adaptarme a ellas, pero si me plegase a tus deseos no sería lo que represento y por lo que has venido hasta aquí; dejaría de ser lo que admiras para ser lo que deseas.

Claro que puedes decidir mi muerte, pero no como será mi vida si no lo haces. Eres el Rey, pero como ves, tu poder es limitado. El límite de un ser es otro ser;sólo ése es nuestro orden, nuestra norma.