Apesadumbrado, quiso alejarse. Temía verse arrasado por la ola creciente de intolerancia que la tormenta de confusión estaba levantado, cuando los dados de la muerte rodaban de nuevo sobre el tablero de la vida. La cuenta atrás había terminado y el cambio, largamente esperado, producido al fin. Sus premoniciones se habían cumplido, pero no eran momentos de celebración pues el triunfo era amargo y doloroso. Hubiera preferido equivocarse, aunque ello significara seguir enfrentado a un mundo que no le comprendía, al que amaba a pesar de su indiferencia. Mas los peores augurios se cumplieron primero y un torrente incontrolado de ira se estaba desatando como respuesta a la impotencia frente a la muerte, que no hacía distingo ni reparo en su capricho.
Sintió entonces clavarse en su espalda cada mirada que antes se apartaba de la suya, y ser escuchado con atención en cada momento por los oídos de quienes negaban crédito a sus palabras cuando nada había cambiado todavía; e intuía que se precipitaba el tiempo de las preguntas inevitables para las que no tenía respuesta, pues el impacto de aquel cambio mayúsculo suponía romper con una época que perecía asfixiada por sus excesos, colapsada por la falta de reflejos ante la adversidad.
Todas las respuestas dependían de una reacción que todavía no se había producido, y confiaba, tanto como temía, en la respuesta de una sociedad que despertaba bruscamente de un sueño feliz y se enfrentaba al golpe de la realidad adversa, llena de desafíos ineludibles donde sacrificar lo mejor de sí misma. Él, sólo había querido revelar el mensaje que contenía la visión del mundo que contemplaba, jugando inconscientemente a ser profeta del porvenir. Ahora todo le decía que no podía huir de la realidad que había re-definido el tiempo y el espacio de los seres iniciando un nueva era que él mismo había anunciado. Su destino en adelante debería ser reflejo de adaptación para la supervivencia en una sociedad cegada por la contundente claridad de la nueva era. Una sociedad confundida y desorientada que aún le miraba incrédula. Apartarse de ese destino suponía dejarse vencer por el miedo contagioso y letal, traicionando a una generación de la que era superviviente. Ser testigo del pasado y ejemplo de adaptación al cambio producido sería su misión. Había alumbrado un futuro que acababa de nacer, que había contado con él para materializarse. Debía ser parte activa en su realización presente sin eludir los retos y los sacrificios necesarios.
No existía vuelta atrás, ni lugar donde escapar al nuevo tiempo. Y como buen sabio, después de dejarse aconsejar por la meditación de sus pensamientos, rectificó y decidió quedarse.
Sintió entonces clavarse en su espalda cada mirada que antes se apartaba de la suya, y ser escuchado con atención en cada momento por los oídos de quienes negaban crédito a sus palabras cuando nada había cambiado todavía; e intuía que se precipitaba el tiempo de las preguntas inevitables para las que no tenía respuesta, pues el impacto de aquel cambio mayúsculo suponía romper con una época que perecía asfixiada por sus excesos, colapsada por la falta de reflejos ante la adversidad.
Todas las respuestas dependían de una reacción que todavía no se había producido, y confiaba, tanto como temía, en la respuesta de una sociedad que despertaba bruscamente de un sueño feliz y se enfrentaba al golpe de la realidad adversa, llena de desafíos ineludibles donde sacrificar lo mejor de sí misma. Él, sólo había querido revelar el mensaje que contenía la visión del mundo que contemplaba, jugando inconscientemente a ser profeta del porvenir. Ahora todo le decía que no podía huir de la realidad que había re-definido el tiempo y el espacio de los seres iniciando un nueva era que él mismo había anunciado. Su destino en adelante debería ser reflejo de adaptación para la supervivencia en una sociedad cegada por la contundente claridad de la nueva era. Una sociedad confundida y desorientada que aún le miraba incrédula. Apartarse de ese destino suponía dejarse vencer por el miedo contagioso y letal, traicionando a una generación de la que era superviviente. Ser testigo del pasado y ejemplo de adaptación al cambio producido sería su misión. Había alumbrado un futuro que acababa de nacer, que había contado con él para materializarse. Debía ser parte activa en su realización presente sin eludir los retos y los sacrificios necesarios.
No existía vuelta atrás, ni lugar donde escapar al nuevo tiempo. Y como buen sabio, después de dejarse aconsejar por la meditación de sus pensamientos, rectificó y decidió quedarse.