Y aunque mi decisión está asediada también por los condicionantes que impone la realidad cambiante, es fiel a sí misma, firme en los convencimientos que la motivan. Por eso si me equivoco no achaco a otro el error, sino que aprendo de él sumando sabiduría a mi experiencia.
Y si canto al aire mi sentir cual jilguero hambriento desde su rama, sólo lo hago para despejar las dudas que intentan retener mi decisión de elegir sin más influencia que mi propio razonamiento.
No obligo a nadie a seguir mis pasos, y no va conmigo que nadie me imponga los suyos.