-“Perdona,
pero no olvides”- me dijeron -; mas, ¿cómo puedo perdonar sin olvidar los
agravios, las injusticias cometidas contra mí? Por más que lo intento no lo
consigo, y nada positivo hallo en el perdón que debería otorgar; no encuentro
en ello beneficio ni satisfacción. ¿Acaso es preciso olvidar primero? –
Preguntaron las palabras.
-El
beneficio del perdón es como el descanso necesario para los pies doloridos tras
un día de larga caminata, y que saben que su camino aún no ha terminado. La
satisfacción sólo llega entera al final del viaje, aunque se disfrute en
pequeñas dosis después de cada etapa. Nada que se consigue a medias es
satisfactorio.
No podrán
olvidar los pies el dolor mientras dure su camino, mas la mente estará siempre
preparada, centrada en llegar al final libremente impuesto a pesar del
sufrimiento de sus miembros, de los cuales habrá de olvidarse cada vez que
retomen su marcha. ¿Acaso no es cada día una etapa nueva que al llegar la noche
se consuma, y el olvido del sueño quien nos reporta el descanso y la energía
necesarios para emprender la siguiente?
Nunca
olvidaremos del todo el mal cometido contra nosotros mientras nuestra
consciencia esté viva, pero sin olvidar no podremos con la carga que iremos acumulando
en nuestro recorrido vital, una carga cada vez más pesada para el ser que se
desgasta. Olvidar ayuda a desprendernos del peso adquirido, pero es
necesario perdonar primero para conseguirlo. Nunca de otro modo podremos
liberarnos del recuerdo del dolor recibido, y entonces, siempre pesará más en nosotros el
lastre del pasado doloroso que la esperanza del futuro mejor.