- Despojaremos
al dinero del poder que le otorgamos, aquel que le supone un valor mayor, que
el propio como medida de intercambio para el que fue creado; un valor ficticio,
pero asumido por el ser humano para dar respiro a la ambición de poseer la vida y que ha convertido
en su fetiche, en dios omnipresente que controla y administra todas sus
necesidades y que castiga a su antojo a quienes no cumplen las reglas.
Un
valor que se realimenta en sí mismo y que aumenta constantemente sólo con
cambiar de lugar, con mudar de forma, sin necesidad de las tribulaciones por
las que los hombres deben pasar para conseguirlo, pues es por ellos adorado y
protegido.
No nos
engañaremos más suponiendo creativo al dinero, son los hombres quienes inventan
y producen; quienes trabajan y se desgastan por conseguirlo para intercambiar
sus valores, sus esfuerzos y logros. El dinero no es más importante que la hora
en nuestro reloj.
Pondremos
límites a su poder para que nos sirva de
regla, de medida nada más, del desarrollo de nuestras capacidades creativas, de
expansión positiva de la vida humana en armonía con el resto de los seres y las
cosas. No es el dinero quien levanta rascacielos, son las manos del hombre. El
dinero es sólo un aval de sus cualidades, no las cualidades mismas, por lo que
la posesión de aquél no implica disponer siempre de ellas. Por ello nos servirá
de referente, no de dato determinante, pues sabido es de sus desequilibrios y
desmanes cuando es utilizado como regla máxima y se deja a su libre albedrío.
El
ser humano no puede encadenarse con números, pues su valor es incalculable,
pero pierde la perspectiva en el espejismo de la creencia de considerarse individual
y autónomo, cuando su carácter es colectivo y social, por lo que entra en
auto-valoraciones que limitan sus posibilidades creativas. Un hombre no puede
hacer más que otro sin ayuda de éste, por ello distinguiremos la economía
especulativa, puramente ficticia y artificial, sólo dada al estímulo emocional, personal y
sensitivo - a la cuál dejaremos un cauce necesario de realización -, de la
economía real y necesaria para nutrir y sostener las aspiraciones de
supervivencia como especie superior, que en su evolución, rige y decide la
forma de vida y la existencia de otras de las que también depende.
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