El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

martes, 24 de marzo de 2015

EL LOCO Y EL SUICIDA.




- No esperaré que la providencia decida mi suerte para morir. Y no escucharé a quienes me digan por qué he de vivir - dijo el suicida al loco -. Moriré por voluntad propia, aquella que me faltó para negarme a ser concebido en este mundo de circunstancias que condicionan mi decisión. Si no fui libre para nacer, lo seré al menos para morir.

- Podrás matar tu cuerpo, pues sólo es la representación visible de tu alma, mas no aquella que sientes y no puedes ver. Por eso no morirás del todo, y tu alma será fantasma errante en la eternidad - dijo el loco.


- No me volveré loco como tú, intentando comprender lo incomprensible, creer lo increíble y ver lo que los ojos no pueden. Me entregaré a la muerte y dejaré de sentir la batalla interior que libro en todo momento y que no me permite sosiego.

Nací, quizás, de la circunstancia y la casualidad de otro tiempo, y mi camino ha sido el error. Mi vida es la consecución del fracaso permanente. Nada me salió bien. Me sobra lo que a otros le falta, vida; pero la mía se ha vuelto infierno interminable que aterroriza mi sentimiento con la purga de los errores incalculables.
La muerte me liberará de todo mal y mi voluntad renacerá íntegra en el instante inmediato al final de mi existencia, cuando cese mi dolor.

 - La vida es semilla que germina para perpetuarse creando otras vidas, quizás también inconscientes, incrédulas de su existencia anterior, lo que les negará vislumbrar la siguiente. Yo tengo la suerte de ver lo que otros dicen no ver, de sentir lo que otros no sienten y por lo que creen que estoy loco - replicó -. No somos fruto de la casualidad, sino de la causalidad que estuvo primero. Nuestra energía es puro sentimiento inconsciente que toma forma visible en la materia, animada por el movimiento que producen sus transformaciones. Y el sentimiento mantiene su estela eterna, aquella que no podemos ver y que perdura después de que cesa la forma material que la contiene.
No morirás, créeme. Serás vida inanimada, sin movimiento que la destaque; y el sentimiento se convertirá para siempre en recuerdo indeseado para quienes has conocido. Te disolverás en la materia oscura para no volver a brillar, y nunca jamás tomarás forma nueva que redima en la inconsciencia tus errores pasados. 











martes, 3 de marzo de 2015

NÚMEROS.





El pensamiento economicista ha usurpado todas las ideologías negando cualquier creencia y supeditando a su criterio las aspiraciones sociales.
Ha transformado en números los conceptos de libertad y de felicidad personal actuando como un látigo que fustiga a los individuos para que compitan entre ellos. De este modo perpetúa su orden, pues genera una sociedad huérfana en valores morales sobre los que asentar cimientos sólidos de convivencia en términos de felicidad personal y contribución al bienestar social. Los seres humanos sufren por ello ansiedades imposibles de saciar que favorecen el consumo desaforado de bienes no recuperables para el ciclo vital, para lo que se transforma constantemente la materia hasta convertirla en estéril y contaminante. 

Los números son estructuras invariables sobre las que resulta imposible enmarcar la fluctuación de resultados derivados de la diversidad de caracteres humanos, sus peculiaridades vocacionales y cognitivas, por lo que sólo desde una forma puramente económica es imposible resolver las demandas sociales, cuyos contenidos se estructuran a partir de factores existenciales, sentimentales y espirituales, que no se pueden definir ni controlar numéricamente.

La competencia entre los seres por la obtención de bienes materiales y productos de consumo con los que realizar sus aspiraciones espirituales propicia contravalores sociales como la falta de solidaridad, la corrupción, la ostentación y el abuso de autoridad, que acentúan las desigualdades y empujan a los individuos al vacío de la desesperanza.











Los números nos enseñan a distinguir las cosas desde el conocimiento exacto de su cuantía, su grandeza o pequeñez, ayudándonos a relativizar el medio en el que nos desenvolvemos y las consecuencias derivadas de nuestros errores de cálculo. Pero los individuos no se desarrollan exclusivamente de forma material cuantificable, actúan motivados también por su carácter emocional, espiritual. Y cuando sus pautas de comportamiento son condicionadas por el concepto económico, revierten en él los factores humanos más perniciosos hasta llegar a adulterar la naturaleza de los números para que se adapten a sus necesidades particulares.
Esto pervierte el orden establecido creando enormes distensiones sociales que no encuentran cauce a los sentimientos contradictorios derivados de la insatisfacción de los deseos de tantas individualidades.

La economía puede ser guía pero nunca camino a seguir.

El ser humano necesita de proyectos sociales basados en sus aspiraciones y creencias, no sólo individuales, sino también colectivas, donde la contribución de los individuos a su desarrollo revierta directamente en su concepto de felicidad, de libertad individual y de creatividad personal, para sentirse plenos en la realización de sus iniciativas. La pura contribución económica de los individuos para la realización de proyectos beneficiosos para la colectividad nunca resulta proporcional, por lo que siempre es repudiada. Los más pudientes la burlan tratando de evitar que se conozcan sus beneficios reales, y los más desfavorecidos porque les supone una carga añadida, imposible de llevar en la mayoría de los casos sin ser su esclavo.