El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

jueves, 21 de mayo de 2015

LA LOCURA DEL POETA.




- Escribir es desgarrarse por dentro y exponer las entrañas a los buitres - dijo el poeta-. Pero no hay pena en mí, sino locura. ¿Quien no tiene penas que contar? La cordura me ha vuelto loco y en la locura encuentro la luz que necesita mi alma oscura.

Ya no se sentir la vida sin dolor, aunque me refugie en la realidad fingida que me rodea y busque la felicidad insospechada, aquella que cura el cuerpo flagelado por el látigo de la sensatez.

Claman por revelar su verdad las voces encerradas en el silencio del inconsciente. Por ser entregadas al aire como polen fecundo para la nueva floración.
Palabras que materializan sentimientos indefinidos, que revelan formas nuevas imposibles de otro modo.
Palabras para encadenar al yo que se escapa con el tiempo dejando sólo recuerdos que pronto se olvidarán. Para dejar constancia de la existencia inmaterial que acompaña al ser en su gravitación física.

Escribir es morir para la realidad mientras se vive en la ficción que se revela. Es donar vida a la vida y para ello es necesario morir. Porque vida y muerte no se pueden separar, son estados de la existencia.







jueves, 7 de mayo de 2015

NADA EN SÍ MISMO.





- Mi intención siempre es buena - dijeron las palabras -. No así siempre sus resultados. Y por ello me siento confundido, varada mi voluntad en el desierto de la indecisión.

- Nada en sí mismo es bueno o malo - reveló el sentir -. El bien y el mal que consideramos resultan de nuestras decisiones acertadas o equivocadas, que apreciamos como tales en base a la satisfacción que nos reportan.

Las latitudes conceptuales sobre lo que esta bien o mal varían mucho de unos individuos a otros, encontrando sus límites en las creencias sociales impuestas en ellos por la tradición, y que rigen el comportamiento individual que exige el ente social con sus normas
Actuamos en principio por interés propio, pero a su vez medimos éste con el interés ajeno, porque somos seres sociales que necesitamos interaccionar unos con otros para coexistir. Nuestra supuesta moralidad trata de mantener el equilibrio caminando por el filo de la navaja de las decisiones que tomamos, cuya cualidad sólo el tiempo descifra.

Es el temor a la respuesta contraria a nuestros intereses  lo que pone en guardia el instinto de conservación para limitar otros instintos reprimidos, a los que nos entregaríamos para saber de su naturaleza si no sintiéramos temor.

El bien y el mal son conceptos primarios y fundamentales que utiliza nuestra mente para clasificar y definir la respuesta que provoca nuestra interacción con los seres y las cosas, en el eterno aprendizaje de la vida material.

Por el sendero estrecho que limita nuestra consciencia del bien y del mal conducimos nuestro existir. Cruzar sus fronteras, aunque sólo sea para saber que hay más allá, es entrar en terreno movedizo, donde perdemos definitivamente el control de nuestras vidas poniendo en peligro al mundo.