Y el sentir reveló:
-Antes de sabiduría, sensibilidad. Sin sensibilidad el conocimiento se vuelve arrogante y fácilmente se conduce a la intolerancia de la soberbia, donde anida la violencia contra lo que no se acepta porque estorba a las pretensiones.
¿De qué sirve la sabiduría si no alcanza a mostrar respeto y agradecimiento por la vida misma, en cada una de sus formas; si no consigue amor, compasión por cada ser, por cada cosa que le da sentido?
Sensibilidad es respetar, aceptar la diferencia, lo que no se comparte, con lo que no se concuerda; también aquello que por ignorar se desprecia y que se cree innecesario por no servir a la ambición.
Y respeto es agradecimiento por cada instante de vida sentido, por cada descubrimiento diario, por todo lo que permite expansionar y dar forma al ser.
La sensibilidad es compasiva y conduce al amor, y sólo en él se encuentra la felicidad que se busca. No existe sabiduría verdadera que no pretenda la felicidad; la armonía del ser con su entorno natural.
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