El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

martes, 29 de marzo de 2016

DEPRESIÓN ENDÓGENA.










-Se de las calamidades de los seres pues las sufrí en carne propia, y nunca su dolor logró robar mi voluntad de continuar viviendo. 

Sentí el frío en los huesos y el calor quemó mi piel, y debí mendigar para saciar el punzante estrechamiento de mi estómago hambriento. Jamás sus padecimientos mermaron mi coraje.

Conozco el cansancio extenuante que se lleva el sueño regenerador y deja los músculos desgarrados, llenos de padecimiento. Pero tampoco me doblegó su fuerza, pues la mía por continuar fue mayor siempre.

Luché sin desfallecer por lo que era sólo mío y debía defender, y en ello me empleé hasta el punto de olvidarme de mi ser. Y nada de ello encadenó mi alma, nada derrumbó mi cuerpo como ahora este dolor; que no llega de fuera, que brota dentro de mí y no se combatir, pues mi angustia no parte del sufrimiento físico, sino de la melancolía de un tiempo fugaz en el que soñé ser feliz al lado de lo que amaba y que desapareció súbitamente. Como si todo estuviera hecho, como si el único objetivo fuese esperar el fin, ya que ahora cualquier cosa parece importar más que lo que deseé, aquello por lo que dejé a un lado mi yo.

Ya no me ocupo de mí, me he dado al abandono. Apenas procuro alimentarme y sólo busco la muerte embustera y dulce del sueño, que por no cumplirse me retorna a la vida que ya no deseo. Y mi cuerpo envejece lleno de dolor por los nervios afilados en la obsesión, de él se apoderó el cansancio que obstaculiza mi movimiento y que favorece su atrofia.
Necesito ayuda - dijeron por fin las palabras -, pero ni siquiera estoy seguro de lo que debo pedir. Creo que nadie podrá ayudarme sin la voluntad que me falta, que ha abandonado mi alma.

Y el sentir reveló:

-De todas las guerras es posible desertar menos de una, aquella que libra el alma intemporal por escapar de los límites de la materia que la contiene.
Todo es posible olvidar, pero nunca a uno mismo, ya que existe una parte en cada cual intransferible, que debe conservarse intacta para mantener la serenidad que reclama la vejez precursora de la muerte.
Obsesionarse con los deseos es negar el momento presente, la vida real; morir un poco cada día sin hacer lo debido mientras se sueña demasiado con lo que tampoco se realizará mañana.
Desear el fin cuando aún queda camino por recorrer es conocer el infierno al que lleva el amor que se traiciona, que primero conduce a la soledad y después a la locura. Porque el amor no sólo es sentir, también es comprender, y de la incomprensión surgen todos los males.

Deberás empezar de nuevo donde terminaste. Te preocuparás de tu cuerpo porque de él depende tu consciencia deteriorada. Le has pedido demasiado y nada le has dado, con él estás en deuda. Y comenzarás por hacer lo que abandonaste, nadie más que tú te lo ha impedido. Cada vez que dejaste de hacer dejaste de ser, y ser  fue la única condición que te impuso la vida. Hay quien desea vivir pero sus días están contados. No seas ingrato, no abuses más del don que te fue concedido. Tu alma descansará en la eternidad si sabes despedirte.









domingo, 6 de marzo de 2016

LA DECISIÓN.









-Supongo que habrás meditado bien tu decisión de partir - le dijo el maestro -. Aún así te pido la reconsideres de nuevo. Aquí tienes tu futuro en las manos. Un día no muy lejano podrás sustituirme. Nadie se opondrá a tu paso, pues yo mismo lo favoreceré para que todos respeten tus sabias decisiones, que serán modelo a seguir por las generaciones venideras.
Todo lo que necesitas saber para vivir en plenitud lo has aprendido aquí; el resto es vanidad. 


Te he enseñado el conocimiento más avanzado. ¿Qué buscas? No hay más.











- Detrás de cada final siempre hay un nuevo principio - replicó -. No existe vanidad en vivir lo aprendido, sino deseo de darle forma visible, que es la mejor enseñanza. El último descubrimiento sólo es otro paso hacia lo desconocido, pues el conocimiento no tiene fin, como no lo tiene el universo que nos contiene. 






No es mi intención echar raíces, sino volar, ser ave de paso que surca los cielos sobre los espacios infinitos; que se posa sobre la flor pura manchada por el rocío de la mañana, decorando el paisaje con su estampa. 

No quiero ser maestro de doctores para vivir en la memoria de los notables, de los distinguidos, de los predilectos; quiero ver el resultado de mi huella sobre el terreno fértil y la sombra de mi cuerpo dibujada en el horizonte cada tarde, en cada partida hacia otro lugar. 
No me refugiaré en la seguridad de lo conseguido, pues busco lo incierto de cada momento de la vida para ver como se transforma y doblega al tiempo y al espacio. Ninguna forma es estable, ningún estado es definitivo, pues la vida es cambio y transformación permanentes. Aferrarse a algo es limitar las posibilidades de realización, es poner trabas al destino inevitable. 
Mi agradecimiento nunca será tan grande como lo recibido, por eso mi vida es entrega allí donde me encuentro. Nada para mi tomo, nada anhelo y nada me llevo. Dejo mi tiempo y aprender es el precio. Nada debo que no sea a mí mismo.