-Supongo que habrás meditado bien tu decisión de partir - le dijo el maestro -. Aún así te pido la reconsideres de nuevo. Aquí tienes tu futuro en las manos. Un día no muy lejano podrás sustituirme. Nadie se opondrá a tu paso, pues yo mismo lo favoreceré para que todos respeten tus sabias decisiones, que serán modelo a seguir por las generaciones venideras.
Todo lo que necesitas saber para vivir en plenitud lo has aprendido aquí; el resto es vanidad.
Te he enseñado el conocimiento más avanzado. ¿Qué buscas? No hay más.
- Detrás de cada final siempre hay un nuevo principio - replicó -. No existe vanidad en vivir lo aprendido, sino deseo de darle forma visible, que es la mejor enseñanza. El último descubrimiento sólo es otro paso hacia lo desconocido, pues el conocimiento no tiene fin, como no lo tiene el universo que nos contiene.
No es mi intención echar raíces, sino volar, ser ave de paso que surca los cielos sobre los espacios infinitos; que se posa sobre la flor pura manchada por el rocío de la mañana, decorando el paisaje con su estampa.
No quiero ser maestro de doctores para vivir en la memoria de los notables, de los distinguidos, de los predilectos; quiero ver el resultado de mi huella sobre el terreno fértil y la sombra de mi cuerpo dibujada en el horizonte cada tarde, en cada partida hacia otro lugar.
No me refugiaré en la seguridad de lo conseguido, pues busco lo incierto de cada momento de la vida para ver como se transforma y doblega al tiempo y al espacio. Ninguna forma es estable, ningún estado es definitivo, pues la vida es cambio y transformación permanentes. Aferrarse a algo es limitar las posibilidades de realización, es poner trabas al destino inevitable.
Mi agradecimiento nunca será tan grande como lo recibido, por eso mi vida es entrega allí donde me encuentro. Nada para mi tomo, nada anhelo y nada me llevo. Dejo mi tiempo y aprender es el precio. Nada debo que no sea a mí mismo.
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