-Contemplo a menudo a los hombres adulando a quienes, siendo sus iguales, consideran superiores y quisieran ser como ellos. Y veo a esos mismos hombres censurar con su crítica a otros semejantes por no estar a su lado, por no participar de sus mismas creencias y acciones.
En esto veo el principio de muchos males - dijeron las palabras -.
-La adulación es la hacienda de la envidia, la madre del servilismo y la puerta de la traición - reveló el sentir-. El adulador cambia honestidad por bienestar y progreso personal y se convierte en mercenario de aspiraciones ajenas, que no logrará por serles impropias. Su intención es acercarse al sol que más calienta, olvidando que en su abrazo quedará fundido.
Se esforzará siempre por recoger los frutos del árbol que con ansia ha abonado, aunque sea árbol caído. Pero ésa será precisamente su ruina y su deterioro, pues para ello habrá de emplear la traición. Y la traición no tiene patria ni señor, por lo que terminará arrinconado por el desprecio.
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