El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

domingo, 30 de junio de 2019

EXCESOS DE TIEMPO.

















-Oí hablar de excesos en las dimensiones del tiempo, y de cómo afectan a la mente. Pero todavía sigo sin comprender -. Dijeron las palabras.

Y el sentir reveló:

Cuando el exceso de compromisos asumidos aparentan hacerse indefinidos en el tiempo e importan más que cualquier cosa del momento presente, perdemos la perspectiva del futuro que anhelamos y somos empujados a la depresión por la desesperanza. Esto se traduce como"exceso de pasado".

Cuando el presente se transforma en una obsesión por estar, por hacer, por ser en cada oportunidad, por consumir cualquier fracción de vida en cada instante, vivimos en estrés permanente, en continua agitación que no termina de consumarse sin saldar con el pasado reciente e hipotecar el futuro inmediato. Esto se denomina "exceso de presente".


Cuando hacemos que recaigan en el futuro todas las esperanzas de escapar de un presente donde el pasado se prolonga, cabalgamos a lomos de la ansiedad voraz y torturadora, que no permite sosiego. Y a esto se llama "exceso de futuro".

Los excesos de las dimensiones del tiempo condicionan el funcionamiento de la mente, receptora de un caudal emocional que la desborda y que al primer punto de inflexión la paraliza, privando al ser de voluntad. 








  

sábado, 22 de junio de 2019

ACTO DE AMOR.








-A veces me pregunto por la acción más sublime que podemos practicar en contribución a la vida - dijeron las palabras-. ¿Sabrías decirme cuál nos reporta mayor satisfacción y bondad a nuestra existencia?

-Ningún acto más sublime, que contribuya más a la vida, que hacer felices a otros seres - reveló el sentir -. Nada más necesario para hacer soportable la existencia.

Todos necesitamos la misma aceptación y el mismo afecto de los demás para sobrevivir, y en tales sentimientos encontramos razón para nuestras acciones.

Hacer felices a otros es contribuir en la cadena de la vida para que no cese tampoco en nosotros, pues la vida es intercambio continuo de valores y cada cuál tiene uno que los demás necesitan. Sentir de otros la felicidad que les trasmitimos es recargar la energía vital que nos permite seguir siendo nosotros mismos. Es principio de amor universal que estimula las transformaciones con las que se perpetúa la vida.