-Me esforcé tanto en perdonar, que olvidé que yo también necesitaba ser perdonado. Y ahora mi corazón se resquebraja por el dolor que provoca la incomprensión, el olvido y la indiferencia de quienes amo. Por perder su respeto y admiración, por dejar de representar lo que significaba para ellos.
Nunca como ahora he sentido la culpa de mi corazón tempestuoso, que mirando a otros encontraba disculpa a sus errores y a su soberbia. Ahora, derrumbado como un ídolo con pies de barro, pide redención para su alma.
Y el sentir se reveló:
-Si en verdad buscas perdón, hallarás el camino en el amor que todo suaviza, que todo cura, que todo nutre de vida. Para ello, deberás esforzarte tanto como lo hiciste para perdonar la intransigencia, el resentimiento y la ignominia que sufriste de los demás.
Quizás tu boca no encuentre las palabras necesarias para hacer oír tu súplica, por lo que serán tus acciones en adelante las que hablen por ella. Se paciente en el amor, pues siempre da su fruto. No desesperes porque otros estén tan ciegos como tú estuviste. Entrega a sus corazones la misma comprensión que ahora necesitas para sofocar tu angustia, sin esperar que te lo pidan. Nadie quiere cargar con el peso de la culpa. Vivir sin perdonar no es mejor que hacerlo sin ser perdonado, y ambas cosas dependen sólo de ti.
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