La estrategia estaba definida: burlarse del enemigo. Eso tenía más posibilidades que cruzar sus lineas, fuertemente defendidas por el V Cuerpo de Eército Republicano desplegado a lo largo del frente. Las barricadas, los nidos de ametralladoras y las fortificaciones no formaban una linea continua de trincheras, aparecían y desaparecían aprovechando las dificultades del terreno. Sería relativamente fácil evitar al enemigo la mayor parte del trayecto, pero cruzar por Roden suponía esquivar aquella maldita cota 260 que les cerraba el paso.
José estaba seguro de que la táctica que emplearía daría resultado; además, debía creer en ello, porque en el envite iban las vidas de sus hombres. En Fuentes de Ebro se necesitaban refuerzos urgentes para contener la penetración de los tanques rusos de Walter.
Era la primera vez en la historia que los tanques se usaban para transportar tropas de apoyo, aunque la verdad, no estaban preparados para ello; sus estructuras no disponían de asideros ni de espacio suficientes y los hombres subieron sin aligerar su equipo, lo que redujo aún mas las posibilidades. Aún así salieron dejando atrás las barricadas de la XV Brigada, una vez desaprovechado el factor sorpresa por una preparación aérea y artillera mal coordinada y tardía que puso en alerta a los nacionales, fuertemente pertrechados en el pueblo. De todos modos, una vez iniciado el avance, éste fue vertiginoso y sorprendió en principio a los defensores, que no estaban acostumbrados a enfrentarse a tal cantidad de tanques - 50, la mayor concentración en toda la guerra - ni a la trepidante rapidez con la que éstos iniciaron el ataque, lo que propició también que la mayoría de sus tropas de asalto, que marchaban a pie, quedasen rezagadas en mitad de la tierra de nadie.
El frente se abría al sur del pueblo a lo ancho de más de tres kilómetros, y tan sólo quinientos metros los separaban de las trincheras de los defensores, constituidos en tres compañías de infantería del Regimiento 17 de Navarra, una Centuria de la Falange y una Batería del 10º Regimiento de Artillería Ligera.
Acompañando al regimiento de carros, la XV Brigada Internacional dispuso de tres batallones de infantería: los "Británicos", acompañados por los "Lincons", ocupaban el ala izquierda desde el río Ebro hasta la carretera general, donde el terreno se levantaba desde el cauce del río hasta Fuentes preñado de espesa vegetación. En el otro lado de la carretera estaba un regimiento canadiense, los "Mac- Paps", apoyados por la 15 Batería Antitanque. Estos se encontraban delante de una llanura despoblada de vegetación, que terminaba en un abrupto barranco; tras él, una meseta se alzaba por encima del pueblo.
El impetuoso avance de los tanques los quedó al descubierto en medio de la llanura, que aún tendrían que superar para ganar posiciones, y su falta de experiencia en combate provocó que su tesón por avanzar en terreno desprotegido les causara importantes bajas, teniendo que regresar a sus antiguas posiciones sin que la 15 Batería - inexplicablemente - hubiese disparado un sólo tiro. Tenían órdenes de no alertar con su fuego al enemigo y cuando se les ordenó adelantar sus cañones ya era demasiado tarde. Los tanques, a su vez, quedaron empantanados entre la abundante vegetación de los cultivos, sin apenas visibilidad y al desamparo de las baterías enemigas y sus improvisadas bombas incendiarias. La única referencia de tiro era la torre de la iglesia del pueblo, que se levantaba a novecientos metros de distancia. Algunos carros consiguieron atravesar las alambradas nacionales y entrar en el pueblo, pero sus calles estrechas les impidieron maniobrar; además, fueron muy pocos los hombres del 24 Batallón que consiguieron sobrevivir a la travesía, por lo que quedaron encerrados tras las lineas enemigas. Sin poder retroceder, los tanques fueron incendiados y los hombres que trataron de regresar a sus posiciones fueron muertos por no querer rendirse.
Así estaba la situación en Fuentes de Ebro cuando José y sus hombres se dirigían allí para reforzar las posiciones. La 15 Brigada se encontraba varada en medio de la tierra de nadie.
La misma noche que seguía a aquel fatídico día, la compañía de fusileros regulares que dirigía José zigzagueaba el macizo calcáreo, evitando las posiciones enemigas. Los hombres marchaban en absoluto silencio sin sentir cansancio. Sus piernas agradecían la caminata después de las semanas de estancamiento en la foz y sus corazones ardían en ganas de socorrer a sus compañeros en Fuentes.
Como ordenara José, los grupos elegidos iban recogiendo a su paso todo tipo de material combustible, que convertían en manojos fácilmente transportables. Ningún imprevisto surgió a su paso y en pocas horas distinguieron a lo lejos las fortificaciones de la cota 260.
José mandó detener entonces la compañía y dispuso que un número reducido de hombres se acercara hacia la cota por su cara sur con todo el material recogido en el camino; para producir un foco de luz en la noche oscura que atrajese la atención del enemigo en ese punto y les impidiese ver a sus hombres, que rodearían la cota para pasar junto a su cara norte sin ser detectados.
Delante de las hogueras, con el fin de que las llamas extendieran sus sombras, los hombres dispusieron unos parapetos simulando baterías camufladas, tal como les indicara José.
Y la estrategia funcionó. Nada más prender los manojos la noche se encendió en aquel punto para reducir la visibilidad en el resto del terreno; fue entonces cuando las ametralladoras comenzaron a escupir fuego ininterrumpido sobre la cota. Los defensores fueron sorprendidos y empujados a concentrar su respuesta sobre aquel punto, mientras que José y sus hombres pasaban a la mayor velocidad bordeando la cota sin ser vistos. Fue todo un éxito, y los hombres se abrazaron con alegría tras dejar a sus enemigos a la espalda.
Llegaron a Fuentes de Ebro antes del amanecer. Las compañías apostadas en el pueblo mantenían sus posiciones en tanto que la noche daba una tregua a la batalla.
José presentó su compañía al teniente-coronel Pascual Rey - encargado de la defensa de la plaza - para recibir órdenes de ubicación y combate. Fueron mandados a reforzar el ala oeste del frente, donde se encontraban empantanados los batallones Lincons y Británicos.
Pero la batalla había acabado prácticamente, los tanques consiguieron retroceder a sus antiguas posiciones al caer la noche y los hombres se replegaron al amparo de ellos, cavando hoyos en el terreno en posiciones más retrasadas.
La 15 Brigada perdió no menos de 19 tanques, dieciséis de los cuales quedaron en posesión del ejército nacional, que consiguió reparar algunos de ellos y que más tarde emplearía en la batalla del Ebro. Los batallones de infantería sufrieron importantes bajas, y todo ello llevaría a una reunión urgente del Estado Mayor del V Cuerpo de Ejército Republicano para analizar las causas del desastre. La versión oficial fue que la 15 brigada había sufrido un sabotaje por parte de algunos de sus oficiales, pero los soldados atribuían el fracaso a una mala planificación.
La pérdida de un número tan elevado de tanques en un sólo día provocó un duro enfrentamiento entre Juan Modesto Guilloto, del V Cuerpo de Ejército, y Enrique Lister, de la 11ª División. La guerra estaba resquebrajando lentamente la unidad del estamento republicano, que desde el primer momento actuó como un tumor que afectó de muerte a su ejército, el cuál se movía sin dirección única, según los estímulos de los generales que lo dirigían.
La 15 Brigada se mantendría en el frente de Fuentes de Ebro otros diez días. La 6ª Brigada Mixta atacaría de nuevo el día 17 de octubre, pero sin apoyo de los tanques y artillería, fracasando de nuevo en el intento. Las bajas en el bando nacional fueron mínimas, considerando las pérdidas republicanas. José no perdió a uno sólo de sus hombres mientras duró la defensa y fue felicitado por sus superiores por la hazaña de la noche del 13 de octubre, cuando consiguió burlar a las fuerzas republicanas que le cortaban el paso hacia Fuentes. Se encontraba en un buen momento cuando recibió una carta de Alfredo, su amigo del pueblo.
Espero que cuando recibas ésta te encuentres bien - decía -:
he esperado todo este tiempo sin más noticias tuyas que los recuerdos que me mandaste en la carta a Micaela. Siento tener que decirte que por aquí las cosas no marchan demasiado bien, por lo que me he decidido a escribirte sin más demora. Quiero que sepas que mi prima está atravesando por un mal momento, y que tal vez por eso aún no haya respondido a tu carta.
Sabrás que hace un tiempo que ha regresado del frente el hijo del herrero, José Luis. Es un verdadero asesino y está implantando el terror en toda la comarca. Ayer entró con sus sicarios en el pueblo de tu madre y tras detener a todos los afiliados a las gestoras socialistas, unos treinta, los fusilaron en la casa del pueblo, prendiéndola después hasta reducirla a cenizas. Lleva un tiempo acosando a Micaela, que se mantiene fiel a ti, aunque no se por cuanto tiempo más podrá resistir, pues tienen amenazada a toda la familia, incluso a mí. Quiere casarse con ella y pretende chantajearla haciéndose pasar por su salvador.
Ella está en un sin vivir, ha perdido peso y casi ha dejado de comer. Yo le digo que sea fuerte, que pronto volverás, que contigo no podrán meterse, pero ella siente miedo por sus hermanos y por mí, contra quien dice, van más en serio. Yo no estoy preocupado, no tengo miedo a morir, al fin y al cabo soy un pobre tullido y nada depende de mi; pero estoy muy preocupado por su estado de salud, que se deteriora de día en día. Ese mal nacido no la deja en paz y ella no sabe como defenderse.
Comprendo que para ti, que tan lejos te encuentras ahora, y debido a tus obligaciones, que supongo serán de la máxima importancia, te sea difícil todo esto; pero si no haces algo pronto, no se lo que será de nosotros de ahora en adelante.
Perdóname si te intranquilizo, ella no ha querido hacerlo, te quiere demasiado para hacerte sufrir; pero ese hombre está loco y no parará hasta conseguir lo que quiere si no se lo impide antes alguien, y creo que ese alguien, amigo, nada más puedes ser tú. Sabes que nosotros nos hemos mantenido siempre al margen de estas cosas, pero ellos no quieren neutrales sino gente que colabore con su causa; el no hacerlo significa ser sus enemigos y no tiemblan cuando de matar se trata.
Quiero desearte suerte al despedirme de ti y decirte que tus padres están bien. Me han dicho que te mande recuerdos y que no te preocupes por ellos, de momento no tienen problemas.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo Alfredo.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo Alfredo.
José leyó la carta sin apenas parpadear, en su estado de ánimo algo cambió repentinamente y los fantasmas aparecieron de nuevo en su alma sobresaltada.La incomprensión de tanta crueldad le hizo recordar lo que su padre le decía tantas veces: "- Hay hombres que no pueden dormir sin planear antes todo el mal que harán al día siguiente."
Joder - se dijo -, no sólo luchamos en un frente contra otros, combatimos en una guerra sin reglas ni cuartel donde sus fronteras somos nosotros mismos. ¿Cómo luchar por tu alma, por lo que más quieres, cuando tu cuerpo y tu mente están tan lejos luchando por lo que no quieres? Es absurdo, la guerra es inútil y aún así nos envuelve, nos sobrepasa; saca de nosotros los más bajos instintos y nos devora por dentro. Tendré también que matarlo y me convertiré así en otro asesino. Es increíble tanta locura. ¿Era necesaria esta sangría para poder vivir mejor? No, no lo creo. No creo que esto nos saque de la mediocridad, sólo nos traerá más hambre y menos libertad aún. No se ha manejado la cultura y la inteligencia para ello, sino el analfabetismo y la degradación moral para conseguirlo, y no nos traerá buenas consecuencias; a nadie, ni siquiera a los vencedores cuando esto acabe. Al contrario seremos peores, pues no sobrevivirán los mejores, los buenos - ellos son los primeros en caer -, sino los asesinos, los crueles y sin escrúpulos, los que somos capaces de olvidar pronto los muertos a nuestras manos mientras podamos seguir matando.
Y yo soy igual, me siento igual que ellos. No quería alistarme, nunca me gustaron las armas, y sin embargo, eme aquí, convertido en un capitán que lava su conciencia con la responsabilidad por sus hombres. Me siento ahora indigno y maldigo el día en que nací para esto. Amaba los animales, el campo, el olor de las mieses y del heno recién segado, y ahora sólo huelo pólvora y sangre derramada secándose al sol mientras los cuerpos fermentan y se descomponen. Quisiera ser caballo, buey o mula de carga, cualquier cosa que me diferenciara del género al que pertenezco. Dice mi padre que "todo bicho viviente del hombre huye", y yo quisiera ser ahora ese bicho que se escapa, que se aleja hasta donde el hombre no puede atraparlo.
Y salió deprisa; abandonó las trincheras buscando la ranchería, pues quería emborracharse hasta perder el sentido, disponer de una tregua para olvidarse de todo durante un tiempo antes de librar la siguiente y más dura de las batallas, la batalla contra sí mismo.
Cuando llegó le pidió a Ángel una botella de vino y que le permitiera esconderse allí para no ser visto. Le dijo que si alguien preguntaba por él, respondiera que se encontraba indispuesto, que había pasado una mala tarde y que tras un buen "carajillo" de brandy se había quedado dormido después de la cena.
No le bastó con una botella, sino que tuvo que repetir para perder la consciencia. Cuando Sergio lo despertó por la mañana, una tremenda jaqueca producida por la resaca le destrozaba la cabeza. Su amigo le preguntó que había pasado, y él le contestó que se había dejado llevar por el vino y que se había quedado dormido.
-¿Todo en orden?¿Ha preguntado alguien por mí?
-Todo en orden y sin novedades -. Decididamente, Sergio era su ángel de la guardia.
-Pero tienes que incorporarte a tu puesto ya, los hombres están intranquilos, son demasiadas horas sin verte; no quieren otro capitán si no lo eres tú.
-Pues van a tener que ir acostumbrándose.
-¿Qué dices amigo? El vino no ha dejado muy bien tu cabeza.
-No Sergio, lo digo en serio; puede que hoy no sea mi día, pero no quiero seguir con esto.
-Pero, ¿se puede saber que te ha pasado?
-Nada de tu incumbencia Sergio; problemas personales.
-No se lo que estará pasando por tu cabeza, pero tiene que ser algo muy gordo. Creía que éramos amigos, que no habría secretos entre nosotros.
-No amigo, no es eso, solo que tú no puedes hacer nada; ni siquiera yo se como arreglarlo.
-¿Y qué tiene que ver con tu vida aquí?
-Todo Sergio, tiene todo que ver. Estoy muy lejos de casa y me necesitan, allí también estoy en guerra.
-¡Ah, ya se! Es tu novia ¿verdad?
-Sí, me está afectando demasiado; la impotencia que siento está minando mi ánimo y no creo que eso sea bueno para dirigir a nuestros hombres.
-No José, tú siempre sacas fuerzas de los peores momentos, lo se. No te hundas ahora, te necesitamos.
-Primero está mi familia.
-Todos los que estamos aquí también tenemos familias; luchamos por ellas, por nuestro modo de vida, ¿o es que has olvidado qué nos condujo hasta aquí?
-No, no lo he olvidado. Tuve que alistarme para que no me mataran y lo mismo me hubiera dado estar en el otro lado, yo no quería luchar. Ahora siento peligrar lo que más amo, aquello que me hace soportar este trance, y son los mismos para los que lucho y dejo mi vida quienes lo amenazan. Tengo que hacer algo, y si ello supone desertar, lo haré.
-Estás loco, no sabes lo que dices, eso no puede ser, cavarías tu propia tumba.
-Seguro, pero al menos moriré por lo que quiero, no por lo que el destino me depare.
-Es el destino quien te ha traído aquí, ¿no lo comprendes?. El mismo destino que ha hecho de ti un hombre querido y respetado por todos. ¿Cómo puedes suponer que habiendo salvado la vida de tantos hombres no vayas a salvar la tuya y la de quienes tanto amas? Estás siendo injusto contigo amigo, y eso no te hará bien. Tienes carisma y categoría reconocida por tus superiores, aprovéchala. Al fin y al cavo tus enemigos están en tu mismo bando y eso te da ventaja. Habla con el coronel, el sabrá que hacer en estos casos; siempre aceptará mejor un compromiso que una renuncia. Entiéndelo, es la mejor solución, tú tienes un mando y eso significa mucho, no se meterán con los tuyos si te das a valer; pero si lo desprecias, si reniegas de lo que has conseguido ¿qué puedes hacer?
-Tal vez tengas razón amigo, porque de verdad lo eres. Hablaré con el coronel, aunque creo que ya tiene demasiados problemas como para preocuparse por mí.
-Por quien va a preocuparse, sino por sus hombres. Tu haces lo mismo, es nuestro código de honor. No lo olvides nunca.
-Sí Sergio, lo haré, hablaré con él. Pero si no consigo nada...
-Estate seguro de que lo conseguirás. Y ahora, anda, aséate un poco, con esa pinta es mejor que no te vea nadie. Yo me adelantaré para diana, iré disponiendo a los hombres para tu llegada. Todo estará preparado como siempre.
-Gracias, muchas gracias amigo.
Sergio salió de la tienda improvisada como cocina. José se lavó mientras rezaba un "padre nuestro". Desde que dejara de ser niño no había vuelto a hacerlo. Nunca creyó demasiado en ello, pero entonces dio gracias a Dios por no estar sólo, por tener un gran amigo a su lado, ya que ahora Sergio lo era todo para él. La visita de su amigo había hecho tanto por su resaca, como el agua tibia en aquella mañana de otoño. Era veintiocho de octubre, día de San Judas Tadeo, santo de los casos difíciles y de las causas desesperadas.
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