El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 23 de enero de 2012

El adiestrador de mandriles.


Invocaron las palabras al sentir para preguntarle por el futuro incierto. Sin dudarlo, el sentir se reveló.

- Decían los sabios antiguos: "Aprovecha este cuarto de luna, pues el siguiente no sabemos como vendrá". 
Ellos concedían un periodo relativamente largo al tiempo futuro, ocho días, un cuarto del ciclo lunar. Pero entendían que mucho más allá, nada se podía prever y todo podía pasar.

Nuestro modo de vida es más vertiginoso, menos sosegado que el de nuestros antepasados, y los cambios mutan con mayor frecuencia pues hemos crecido, son más nuestras vidas y producen un número ilimitado de transformaciones que no controlamos; aún seguimos inconscientes de su enorme transcendencia.

No hay nada más real e inmediato que el pasado, que siempre deja huella.
El presente es la existencia en sí misma, con todas sus contradicciones. El futuro es el resultado de su continuidad.
Por tanto, no debemos esperar del futuro nada que antes no hayamos conservado, pues sin ello, el resto será utopía.




martes, 17 de enero de 2012

El adiestrador de mandriles.


Se conjugan los elementos para que todo empiece de nuevo.
El cielo se refleja en el suelo tiñendo de azul la luz crepuscular, y la nieve actúa como prodigiosa membrana que permite que se mezclen la tierra y el aire.
Terminará el enlace cuando la nieve al deshacerse fecunde con su agua la unión indisoluble, produciendo el milagro de nuevo.






Y así es nuestra vida.
En nosotros se conjugan a cada instante los elementos, que se transforman constantemente en nuestro interior posibilitando que todo recomience sin cesar. 
A veces, como el clima que no acompaña, dificultamos las transformaciones de los elementos provocando carencias de unos y sobrecargas de otros, lo cuál nos desequilibra física y psíquicamente, nos produce dolor y hace que envejezcamos.
Hacemos esto porque no somos neutrales, tomamos parte por las cosas y empleamos más esfuerzos, más elementos, para unas que para otras. De esta manera alteramos el equilibrio necesario que permite mantener disponibles los elementos, sin pre-valencias que los hagan incompatibles entre ellos.

Cuando los elementos no pueden transformarse en nuestro interior, morimos inevitablemente para la vida que conocemos. 




Debemos despojarnos de nuestros deseos, pues vienen cargados de necesidades que habremos de remediar, y para lo cuál emplearemos los elementos que nos hacen falta para perdurar.
La vida de los deseos es tan corta en el hombre, como éste en el tiempo del espacio que le rodea.

Hagamos posible con nuestra predisposición en el universo que contenemos, el equilibrio perfecto que permite formar moléculas nuevas a partir de lo mismo, que se transformarán a su vez para volver al principio de lo que fueron y empezar de nuevo. Dejemos fluir en nuestro interior los elementos sin disponer de ninguno, sin prescindir de ninguno, y las transformaciones se producirán naturalmente regenerando nuestras vidas.



lunes, 9 de enero de 2012

El adiestrador de mandriles.


- Vivimos angustiados, el futuro que nos espera nos asusta y sentimos como si  hubiésemos perdido el control de nuestras vidas - dijeron las palabras -. Miramos para quienes están por encima de nosotros y nos gobiernan, como los antiguos miraban al cielo buscando respuestas, implorando calma para que los elementos no se desbordaran, y ofrecemos los sacrificios que nos imponen con el mismo convencimiento conque ellos realizaban los suyos, para aplacar la ira del porvenir.
Recurrimos a la cábala y consultamos los oráculos, pero de la cábala no resulta número exacto y los oráculos no nos permiten ver más allá del presente inmediato y fugaz; detrás sólo hay un fondo negro sobre el que pintar nuestro futuro.

Sensible, el sentir se reveló.

- Quizás hemos mirado sólo y durante demasiado tiempo hacia nuestro interior, intentando satisfacer nuestro ego creyendo que en ello hallábamos la personalidad verdadera.  Ahora nos hemos vuelto a la luz y su resplandor nos ha cegado; hemos permanecido demasiado tiempo entre las sombras y los claros de la personalidad y su ansia nos ha estafado, no se ha saciado, y nos ha dejado vacíos pues todo lo ha devorado.

Decimos que no podemos ver la luz al final del túnel, pero somos nosotros quienes damos la espalda a la luz mirando a la oscuridad de aquel. 
Hemos mimado el yo en exceso, lo hemos protegido demasiado, y ha convertido nuestra personalidad en un túnel largo y oscuro donde se esconden nuestros sueños y esperanzas, diluidas en el "debe" de lo que quisimos ser.

Es tiempo de entregar, no de recibir.
Es tiempo de aprender, no de experimentar.
Es tiempo de iluminar nuestro espíritu, de entregarlo a la luz; no de ocultarlo entre las sombras de la intimidad, de los deseos y los prejuicios personales.
Es tiempo de construir, pero sin derribar antes, sin borrar de nuevo nuestro pasado.
Es tiempo de conservar lo bueno que aún queda para construir lo mejor que deseamos. Partir del error lleva siempre al desastre.



domingo, 8 de enero de 2012

Hipótesis.









Sí, ya tenemos aquí un tiempo nuevo. No está mal esta costumbre de darnos "un tiempo" para todo. Tal vez, si no fuese así, estaríamos buscándonos a cada poco y eso sí que sería desesperante.


El número es atractivo (2012), su matiz cabalístico lo hace más sugerente, pero a mi las matemáticas nunca me han convencido. ¿Cómo es posible que las ciencias consideradas como exactas trabajen con una cantidad tan grande de hipótesis y variables, y a su vez despejen tantas incógnitas? Me recuerda un poco la obsesión del monigote del Conde Drácula en "Los Teleñecos", aquel famoso programa de televisión para los niños donde los padres se convirtieron en los más fieles seguidores. Como decía, el famoso "Conde" se obstinaba en contar una y otra vez las cosas, y volvía de nuevo a empezar, como si al acabar la cuenta se hubiese olvidado de ella por completo; obsesionado en su tarea, a punto de volverse completamente loco, lo intentaba una y otra vez. Los niños no sabían muy bien a qué se debía aquella manía del famoso personaje, con unos colmillos fofos que no convencían a nadie y aquel aspecto tan compuesto, y esperaban impacientes que apareciera "Coco" montado del revés en su "Jaca Paca". 
Los padres creían que ellos sí lo habían entendido, que se trataba de que los niños se familiarizaran con los números y aprendieran a contar. Aunque ¿para qué? - pensarían los niños - ¿Para convertirse en un personaje tan siniestro y sombrío, malhumorado, solitario y ridículo como aquel, cuyo único afán consistía en contar y recontar como un avaro cada cosa que caía en sus manos?
 No, ningún niño aspira a eso. A los chicos le gustaba el glamour de "La Cerdita Peggy" y a ellas la elegancia del sapo"Gustavo", el reportero más dicharachero "del barrio".
Todos envidiaban la ingenua inconsciencia de "Epi"y admiraban la inagotable paciencia que su amigo "Blas" mostraba con él y que hacía perpetua su amistad. Pero tampoco comprendían bien la desorbitada voracidad de aquel monstruo peludo, que sólo era una boca con ojos y que pretendía tragarse todas las galletas. Pronto todos terminaron cogiéndole cariño pues no asustaba a nadie, y aquella adicción por las galletas acababa siempre poniendo en ridículo y estropeando todos los intentos de terminar algo coherente por parte del resto de los personajes, ya que a menudo aparecía inadvertidamente en sus escenas buscando galletas y poniendo patas arriba todo el decorado, lo que provocaba una situación nueva y desternillante, forzando que todo empezase otra vez.


La vida recomienza con este nuevo tiempo que nos damos y que llamamos 2012; con las mejores intenciones y todos los deseos de que por fin salga bien a pesar de las noticias, que cada día nos recuerdan que existen muchos vampiros que aún se empeñan en enseñarnos a contar, a contabilizar sus ganancias y nuestras pérdidas, para que no olvidemos lo que les debemos. A pesar de que a "Coco" ya se le ha pasado la borrachera y aún no se ha enterado de que quien conduce es su yegua, y que Peggy ha perdido su glamour desde que a Gustavo lo echaran de los estudios de la televisión para los que trabajaba, después de hacerle a ella una entrevista muy poco decorosa y muy escabrosa, y para los tiempos que corren, económicamente escandalosa.


Contamos con todo ello y tenemos el escenario preparado para intentarlo de nuevo; ahora, a quien tememos de verdad es a Triki, ese monstruo que todos llevamos un poco dentro y al que en el fondo comprendemos y perdonamos, que con su ansiedad voraz en todo se mete para no dejar títere con cabeza.









lunes, 2 de enero de 2012

Epílogo y prólogo.



He querido que mis primeras palabras de este año, en "El adiestrador de mandriles", sean de agradecimiento para todos aquellos que desde las más diversas partes del mundo, y tal vez, culturas diferentes también, han seguido su evolución durante todo este tiempo, desde que iniciara su singladura a finales de 2008. Debo reconocer que sin ellos, sin su conexión asidua y fiel, no hubiera podido desarrollar el proyecto que de forma casi inconsciente, sin saber de su magnitud, me impuse hace algo más de tres años. Todos, sin exclusión, han sido la razón y la fuerza que necesitaba para conseguirlo, y sin ellos no hubiese tenido sentido.

"El adiestrador de mandriles" nació como un deseo:
"Sólo somos como diminutos granos de arena, pero juntos formaremos una  playa. Sólo como gotas de agua que unidas forman un océano". Ese deseo comienza a cumplirse, porque aquellos granos que estaban antes dispersos, aquellas gotas de agua aisladas, se han juntado y ahora son otra cosa. Es la hora de que los montones atraigan dunas, de que los charcos se conviertan en océanos, pues la primera unión se ha logrado y es necesario expandirla. En esto los lectores tendrán de nuevo todo el protagonismo compartiendo, transmitiendo a otros el mensaje recibido.

El blog empezó como respuesta a las verdades que mi alma ha comprendido como ciertas y que no me sabía explicar sólo de una manera intelectual, puramente individual.
La posibilidad de escribir para un público abierto, desconocido, me abría las puertas para la reflexión interior que necesitaba, pero a su vez me supeditaba a su juicio y debía ser coherente con ello.

La verdad no lo es todo, no es absoluta, depende en gran medida de su propagación. Un verdad oculta, escondida en lo más profundo y oscuro de una sima, no existe. La verdad intenta siempre salir a la luz, como el cuerpo muerto salir a flote; sólo si tapamos la entrada impedimos que penetre la luz que la verdad busca; sólo si atamos nuestro ser en el fondo de nosotros mismos con el peso de nuestros miedos, evitamos que llegue a la superficie lo que no puede contener nuestro interior.

El diálogo entre la palabra y el sentimiento trata de representar nuestro propio debate interior; las palabras dan cuenta de los hechos, los sentimientos de las emociones, que son tan reales como aquellos. "El adiestrador de mandriles" es precisamente la representación formal del pensamiento interior que se produce en cada uno de nosotros: nos hacemos preguntas a las que tratamos de dar respuestas.
El sentimiento y la palabra; en ninguno por entero reside la razón que busca el entendimiento. Sólo tras conseguir éste, entre los dos se produce la pregunta obligada y la respuesta necesaria. Es muy difícil juntarlos, pero sin los sentimientos las palabras carecerían de alma y sin palabras no se podrían definir los sentimientos. De la dualidad que resulta, del binomio en el que se expresa nuestra mente, surge nuestra concepción de las cosas.
"El adiestrador de mandriles" es la consecuencia, el resultado de cavar profundamente en la sima de los sentimientos, para desenterrar las palabras que explican su porqué.

El blog, además de otras narraciones breves, ha dado cabida a la realización de una novela. Una obra que el lector a podido percibir casi como propia, pues ha seguido su pulso, su ritmo de composición a golpe de entregas. Una novela que se iba construyendo al tiempo que era leída y que daba muy poco margen para la rectificación posterior. Esta dificultad, unida a otras, propias de una obra prima y que el lector ha sabido disculpar, han hecho que se realice el milagro de "Un hombre que amaba los animales".
La novela ha terminado, pero no del todo; como la misma vida que no tiene principio ni final, sólo continuación.
Me reservo por el momento la idea de una segunda parte.

Pero "El adiestrador de mandriles" no acabará, continuará también su recorrido, que está por encima de toda satisfacción personal y que pretende un objetivo mayor, pues no es la expresión de un hecho, sino la revelación de una verdad. Una verdad que reside en cada uno de nosotros y que nos negamos a aceptar porque aquello que llamamos "realidad" nos la niega.