- Vivimos angustiados, el futuro que nos espera nos asusta y sentimos como si hubiésemos perdido el control de nuestras vidas - dijeron las palabras -. Miramos para quienes están por encima de nosotros y nos gobiernan, como los antiguos miraban al cielo buscando respuestas, implorando calma para que los elementos no se desbordaran, y ofrecemos los sacrificios que nos imponen con el mismo convencimiento conque ellos realizaban los suyos, para aplacar la ira del porvenir.
Recurrimos a la cábala y consultamos los oráculos, pero de la cábala no resulta número exacto y los oráculos no nos permiten ver más allá del presente inmediato y fugaz; detrás sólo hay un fondo negro sobre el que pintar nuestro futuro.
Sensible, el sentir se reveló.
- Quizás hemos mirado sólo y durante demasiado tiempo hacia nuestro interior, intentando satisfacer nuestro ego creyendo que en ello hallábamos la personalidad verdadera. Ahora nos hemos vuelto a la luz y su resplandor nos ha cegado; hemos permanecido demasiado tiempo entre las sombras y los claros de la personalidad y su ansia nos ha estafado, no se ha saciado, y nos ha dejado vacíos pues todo lo ha devorado.
Decimos que no podemos ver la luz al final del túnel, pero somos nosotros quienes damos la espalda a la luz mirando a la oscuridad de aquel.
Hemos mimado el yo en exceso, lo hemos protegido demasiado, y ha convertido nuestra personalidad en un túnel largo y oscuro donde se esconden nuestros sueños y esperanzas, diluidas en el "debe" de lo que quisimos ser.
Es tiempo de entregar, no de recibir.
Es tiempo de aprender, no de experimentar.
Es tiempo de iluminar nuestro espíritu, de entregarlo a la luz; no de ocultarlo entre las sombras de la intimidad, de los deseos y los prejuicios personales.
Es tiempo de construir, pero sin derribar antes, sin borrar de nuevo nuestro pasado.
Es tiempo de conservar lo bueno que aún queda para construir lo mejor que deseamos. Partir del error lleva siempre al desastre.
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