El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 1 de octubre de 2012

DESCONFÍA DE LA VENGANZA.




- Siento otra vez el odio mordiendo mi espíritu y me revuelvo de dolor. La impotencia corroe el momento que respiro y la venganza llama con violencia a mi dignidad menospreciada. 
Intenta regresar el mal que había conseguido desterrar lejos de mí, conozco su amenaza y la temo; se cuán fácil resulta equivocarse cuando el miedo aprieta el estómago y estrangula la garganta.
Se revela ante mí la venganza como único consuelo, avivada por las ansias de recuperar mi orgullo arrastrado por el suelo.
Me levanto y juro al cielo que responderé al mal con mal, que combatiré con sus mismas armas si hace falta para derrotarlo, para apartarlo de mí una vez más, definitivamente. Mas de pronto quedo mudo y me pregunto si sólo intenta que juegue a su juego, que caiga en sus garras para que nunca más pueda librarme de él.











Entonces se reveló el sentir:

-¿Es que no sabes que la venganza es el germen del mal, como el perdón la fuerza del bien? Al mal sólo se le puede derrotar desde el perdón, pues nunca podremos librarnos de su recuerdo. El perdón es el escudo que refleja el mal contra sí mismo, y en esto consiste su derrota, en su impotencia.
Si buscamos nuestro resarcimiento caemos en su juego, en el que no existen reglas y donde siempre nos espera la traición que nos arrastrará al final que no deseamos. Entonces tendrá entre rejas nuestra voluntad para siempre.




- Dentro de nuestro tiempo existen todas las posibilidades, todas las experiencias, por corto que nos parezca; y cada acción, aún la más oculta, tiene un viaje de ira y vuelta.
Sólo es cuestión de esperar el retorno de nuestro agravio perdonando, pues llegara la hora, que indefenso se encontrara atrapado en nuestra mano abierta, para no partir jamás sin nuestro permiso.

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