El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 19 de noviembre de 2012

SACIARON LAS BOCAS, MAS NO LOS CORAZONES.





- Saciaron el hambre de nuestros bocas creyendo que así sofocarían la sed de libertad en nuestros corazones. Olvidaron que sólo la justicia nos hace libres y que nada de lo que consideramos impuesto nos resulta justo. Y crecieron nuestras alas pidiendo libertad, soñando con volar sin ataduras nada más traspasar la puerta que mantenía encerrados nuestros deseos.



Abrieron al fin la verja de la jaula de las voluntades y nos lanzamos al vacío, extendiendo las alas para tomar rumbo a nuestros sueños de libertad. Pero cuanto más libres llegamos a sentirnos más despreciamos la libertad de otros que no volaban a nuestro lado, y olvidando la justicia que pretendíamos pusimos precio a todas las cosas, pues todo quisimos poseer. Nos volvimos injustos y ensuciamos nuestros corazones, a quienes nunca más miraremos con la ternura que necesitamos.  




- Volaremos lejos, más allá de donde se pierde la luz en la oscuridad, pero sólo lo haremos para regresar cuál rayo fugaz que se refleja en un espejo lejano -. Respondió el sentir a las palabras que lo invocaban.



-¿ De verdad creímos que el aire nos pertenecía como la tierra que vimos nueva desde arriba, sobre la corriente cálida que nos elevó sobre ella? 
Somos nosotros quienes pertenecemos a un cuerpo superior, aunque nuestra rebeldía nos impida comprenderlo. 
Creemos poseer las cosas y entregamos por ellas nuestras voluntades. Buscamos nuestras individualidades en la libertad para creer en nosotros mismos, pero volar en soledad es un arduo camino hacia la nada. Por eso volvemos siempre al principio del que partimos, al grupo que vuela unido - "bandada que surca el cielo rizando el viento, perfecta, como un sólo cuerpo, como un único espíritu, dibujando formas nuevas estimuladas por las corrientes que atraviesa" - para posarnos otra vez sobre la tierra que nos hizo nacer.

   

- Nada significa volar en libertad si no compartimos la nuestra. La libertad verdadera implica una cesión de la misma, que a cada uno corresponde como aportación necesaria a la colectividad que nos da cabida, nos protege y que posibilita nuestras realizaciones.

No olvidemos que no nacemos libres, pues nunca dependerá de nosotros esa decisión. Ni fuertes: nuestro llanto suplica a las manos que nos han portado; ni siquiera podríamos decidir nuestro final.

Siempre que impongamos nuestra libertad sobre otros para afianzarnos, provocaremos olas de injusticia de las que no nos libraremos, que harán correr de nuevo los cerrojos de las rejas que enjaulan la libertad.  











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