- Sabías que su nombre se escondía en el silencio, por eso callaste. Y tus ojos, fascinados por sus logros, miraron a otro lado cuando pasó cerca de ti sorprendiéndote con su osadía.
Impunes pensaste entonces sus actos, libres de responsabilidad ajena, y te dijiste que la próxima vez no la dejarías pasar sin tomar tu parte. Su mal ya había echado anclas en tu corazón. Tu ansiedad, inmensa como el mar, se había levantado en tempestad impetuosa y tu voluntad navegaba a la deriva de los deseos que la arrastraban a las simas del egoísmo ciego.
Y sellaste tu boca, cerraste los ojos ante lo que antes reconocías injusto, degradante e impuro en ti, para saciar el hambre infinito que conduce a pretenderlo todo. Por ello utilizaste el engaño para conseguir de otros lo que nunca ellos tendrían, y les condenaste de por vida a la miseria.
Tomaste de cada uno tu parte tras venderles aquello que jamás podrían amortizar, pues adulteraste el valor de sus sueños, que se disiparon como el humo de una fiesta en una mañana de resaca.
Sabías que su nombre se ocultaba en el silencio, por eso urdiste, conspiraste y te asociaste en su mal; mal que sólo a ti parecía beneficiar y que se volvió en tu contra. Seguro estabas de que otros nunca podrían traicionar y por ello traicionabas, te creías ganador en su juego. Mas ahora ya puedes proclamar su nombre, decirle al mundo en qué te ha convertido, cuál es la causa de tu podredumbre. Grita por fin fuerte al viento, rasga el silencio y libérate si puedes, nadie tendrá lástima de ti. Vamos, ten valor, ahora es cuando más falta te hace. Dilo: corrupción.
Impunes pensaste entonces sus actos, libres de responsabilidad ajena, y te dijiste que la próxima vez no la dejarías pasar sin tomar tu parte. Su mal ya había echado anclas en tu corazón. Tu ansiedad, inmensa como el mar, se había levantado en tempestad impetuosa y tu voluntad navegaba a la deriva de los deseos que la arrastraban a las simas del egoísmo ciego.
Y sellaste tu boca, cerraste los ojos ante lo que antes reconocías injusto, degradante e impuro en ti, para saciar el hambre infinito que conduce a pretenderlo todo. Por ello utilizaste el engaño para conseguir de otros lo que nunca ellos tendrían, y les condenaste de por vida a la miseria.
Tomaste de cada uno tu parte tras venderles aquello que jamás podrían amortizar, pues adulteraste el valor de sus sueños, que se disiparon como el humo de una fiesta en una mañana de resaca.
Sabías que su nombre se ocultaba en el silencio, por eso urdiste, conspiraste y te asociaste en su mal; mal que sólo a ti parecía beneficiar y que se volvió en tu contra. Seguro estabas de que otros nunca podrían traicionar y por ello traicionabas, te creías ganador en su juego. Mas ahora ya puedes proclamar su nombre, decirle al mundo en qué te ha convertido, cuál es la causa de tu podredumbre. Grita por fin fuerte al viento, rasga el silencio y libérate si puedes, nadie tendrá lástima de ti. Vamos, ten valor, ahora es cuando más falta te hace. Dilo: corrupción.
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