¿Qué
vas a ser de mayor? – me preguntaban cuando no era ni un chaval -. Aún fresca,
renace en mi memoria la duda inevitable, que abrió la puerta del jardín de mis
deseos para matar su inocencia. Demasiado joven para saber lo imprescindible,
soñé con imposibles realizaciones del ser que fracasaron impotentes frente a la
realidad adulta, exigente, despiadada y competitiva que imperaba por encima de
los deseos y las voluntades.
-¿Y de
que vas a vivir? – me dijeron luego, después de haber crecido sin ambición,
entregado al primer tiempo de espera en mi existir, abandonado a la suerte de
un destino impredecible aún. ¡Qué cerca queda ahora aquel tiempo en medio de la
nada!
-¿Qué
es de tu vida? - Me dicen si me ven, cuando los recuerdos son fantasmas encerrados con el tiempo en la distancia, condenados al olvido. Cuando ya no importa la
respuesta porque cualquier explicación es pertinente y oportuna. ¡Qué lejos
quedó el tiempo en que pudimos ser y no fuimos, en el que los caminos se
separaron para siempre!
-¿Qué harás ahora, cuando todo ha cambiado? - Preguntan quienes creen conocerme mejor por estar cerca de mí.
-¿Qué debo hacer - les respondo -, sino seguir esperando y estar preparado? La vida es una corriente demasiado fuerte para contrariarla. He aprendido a vislumbrar el porvenir en la espera mientras busco en cada cosa comprender su porqué, y estoy seguro de que el viento volverá a ser favorable para remontar el tiempo hasta una nueva estación. El resto es mejor no saberlo, por previsible perdería su interés haciendo tedioso el resto del camino, del tiempo por recorrer.
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