"Quizás no exista lo que no seamos capaces de imaginar,
y eso significaría que somos auténticos creadores de universos,
que sin nosotros la vida no sería posible."
El autor.
Había sido aquella posibilidad, más que improbable, excepcional, la que en su caso había confirmado la regla, la norma básica que no podía ser transgredida sin pagar por ello un alto precio. Ningún crimen, ni siquiera el asesinato, era equiparable con la transgresión de la ley fundamental de la cual emanaba el resto del orden social establecido: “la Ley de Reproducción Humana y Control Demográfico”. Sin ella, el mundo en que vivía habría sido imposible, aunque ahora ese mismo mundo estuviera condicionando de una forma tan rotunda y brutal las posibilidades de su existencia, que había dado un giro de trescientos sesenta grados impulsada por una suerte más que adversa.
Para él no existía ya el planeta azul, la cuna del género humano, el paraíso del aire puro, de los cielos llenos de luz pintados con el color de sus océanos, estampados con nubes preñadas de lluvia vivificante. Ahora vivía en un inframundo donde las máquinas y los robots imponían su ciclo vital a los humanos como él, sometidos a su control implacable. Un lugar excavado a tres mil metros de profundidad bajo la superficie lunar para la extracción de minerales, necesarios en el avanzado proceso de colonización del satélite.
Había transcurrido mucho tiempo desde que la Tierra dejara de ser el hábitat único de la especie humana, y para entonces la Luna se había convertido
en el primer mundo totalmente artificial creado a semejanza de sus
necesidades. Un
gobierno mundial surgió del final de las guerras para erigir una nueva civilización basada en el desarrollo tecnológico, la conciencia ecológica, el control del crecimiento demográfico, la erradicación del hambre y de las enfermedades infecciosas y contagiosas, y el mantenimiento de la paz. Ciencias como la biotecnología, la robótica, la nanotecnología, la ingeniería genética, la física cuántica y la fusión nuclear, alcanzaron un grado de desarrollo extraordinario que transformó la faz de la sociedad y con ella la del viejo mundo, que rejuveneció de nuevo.
El ser humano se había enriquecido como tal aumentando su esperanza y su calidad de vida, y una nueva realidad donde su evolución física parecía estar siempre al acecho de las posibilidades de la tecnología virtual, permitían un grado mayor de satisfacción colectiva e individual. Pero tras aquel marco se encerraba un mundo complejo y complicado donde los humanos estaban dando un salto evolutivo no exento de traumas y limitaciones, un mundo, donde a pesar de las posibilidades casi infinitas de desarrollo creativo personal, estaba regido por férreas y estrictas normas de comportamiento colectivo.
Las religiones fueron despojadas de su carácter moralizador y aglutinante para ser relegadas a la categoría de las artes y las modas. A la filosofía le fue suplantado su espíritu ético, crítico, existencial, para ponerla a disposición de una ideología universal y única en la que primaba el rango colectivo sobre las individualidades, supeditadas las realizaciones de éstas a sensaciones de desarrollo y creación virtuales. Las ciencias económicas fueron suprimidas y con ellas el valor moneda, lo que supuso la desaparición de los merados de valores, la economía especulativa y la propiedad privada.
La sociedad de consumo fue sustituida por otra, estratificada socialmente en base a las capacidades y aptitudes creativas y productivas que regían en las constantes genéticas de los individuos, por las cuales eran clasificados, y donde el concepto de "trabajo remunerado" fue sustituido por el de "esfuerzo social". Todas las necesidades vitales para la especie - la alimentación, la sanidad, el consumo energético, la seguridad, el hábitat personal y el ocio - estaban cubiertas por el sistema; los individuos sólo colaboraban desde su actividad programada a la sostenibilidad del mismo.
La política fue desvestida totalmente de su carácter representativo para poner al servicio exclusivo del orden supremo global su fuerza propagandística y publicitaria. La nueva escala de valores sobre la que se asentaba la sociedad fomentaba un individuo socializado, educado en, y para una sociedad sostenible, gracias a las leyes de demografía y planificación poblacional que posibilitaban las nuevas técnicas de ingeniería genética y biología molecular.
Él había cometido el peor de los crímenes y por ello estaba pagando. Mantener relaciones sexuales físicas con una mujer de otro rango y haber concebido una vida sin autorización del sistema, - hecho que por otra parte fue siempre impensable para él, pues todas las mujeres eran previamente esterilizadas en su estado embrionario para que no pudiesen concebir - había sido el gran error de su vida. Algo tan primitivo y denostado en su época como la atracción física y el amor carnal entre humanos - para eso estaban las experiencias con androides y replicantes - había sacado de carril su conducta intachable hasta el momento, prevista en su genética y por la que había disfrutado de un estatus de rango superior. Ahora aquel vicio - considerada como tal su debilidad por las relaciones físicas humanas no consentidas - le había desposeído de sus privilegios para confinarlo en un lugar dominado por la maquinaria y la inteligencia artificial.
Ya no pertenecía a aquel mundo tan perfecto, cuyo único inconveniente residía en asumir la rigidez de unas normas que habían salvado a la especie humana de su auto-destrucción, aunque, por otra parte, convirtieron al individuo en un ser residual que canalizaba sus emociones y su afán creativo de forma virtual, gracias a las ventajas que posibilitaban las aplicaciones informáticas y las nuevas drogas de diseño. Se había convertido en un ser cuyas percepciones eran puramente físicas, brutales para un humano de su tiempo, no acostumbrado a horarios intensivos de trabajo físico agotador y sin la comodidad y las ventajas virtuales de la vida en el exterior; con su intimidad totalmente suprimida por las condiciones de vigilancia y control bajo las que habitaba en aquel submundo subterráneo.
El amor, aquella constante en el ser humano tan persistente, tan difícil de eliminar de sus genes y que continuaba generando problemas de conducta que afectaban al sistema colectivo, había prendido en él como una enfermedad hasta el punto de dejarse arrastrar por una pasión demasiado primitiva, demasiado elemental, cuyo final había resultado pernicioso.
Tres años de hibernación para poder soportar el tratamiento químico de adaptación al nuevo hábitat donde sería recluido indefinidamente, y la esterilización fundamental a la que fue sometido en su proceso, no habían logrado erradicar en él los sentimientos de ternura e intimidad que el amor humano había dejado grabados en su personalidad, en su genética. Los escasos y borrosos recuerdos de quien amaba le traían más fuertes los momentos de intimidad física y de complicidad entre sus mentes, cuando habían ansiado disfrutar una realidad única entre los dos.
Desde allí, confinado en aquella gigantesca cripta robotizada dominada por la inteligencia artificial, dónde los humanos como él sólo cumplían condena minimizando los errores y las deficiencias de la maquinaria pesada que escavaba a marchas forzadas el subsuelo lunar, los recuerdos quedaban ahora demasiado lejos en su mente reeducada; difuminados, emborronados en su memoria formateada por el sistema para borrar en ella el estigma de su fallo como individuo socializado. Por eso, escapar, fue la palabra que desde el momento de su llegada a aquel submundo infernal comenzó a aletear en su pensamiento de forma constante hasta convertirse en único objetivo. Pero, en el caso más que improbable de que aquella posibilidad fuera real, ¿a dónde ir? - se preguntaba-. Todas las alarmas de un mundo totalmente definido y controlado, donde para cualquier cuestión, vital o no, se necesitaba una contraseña de identificación, saltarían al primer contacto con la realidad.
El ser humano se había enriquecido como tal aumentando su esperanza y su calidad de vida, y una nueva realidad donde su evolución física parecía estar siempre al acecho de las posibilidades de la tecnología virtual, permitían un grado mayor de satisfacción colectiva e individual. Pero tras aquel marco se encerraba un mundo complejo y complicado donde los humanos estaban dando un salto evolutivo no exento de traumas y limitaciones, un mundo, donde a pesar de las posibilidades casi infinitas de desarrollo creativo personal, estaba regido por férreas y estrictas normas de comportamiento colectivo.
Las religiones fueron despojadas de su carácter moralizador y aglutinante para ser relegadas a la categoría de las artes y las modas. A la filosofía le fue suplantado su espíritu ético, crítico, existencial, para ponerla a disposición de una ideología universal y única en la que primaba el rango colectivo sobre las individualidades, supeditadas las realizaciones de éstas a sensaciones de desarrollo y creación virtuales. Las ciencias económicas fueron suprimidas y con ellas el valor moneda, lo que supuso la desaparición de los merados de valores, la economía especulativa y la propiedad privada.
La sociedad de consumo fue sustituida por otra, estratificada socialmente en base a las capacidades y aptitudes creativas y productivas que regían en las constantes genéticas de los individuos, por las cuales eran clasificados, y donde el concepto de "trabajo remunerado" fue sustituido por el de "esfuerzo social". Todas las necesidades vitales para la especie - la alimentación, la sanidad, el consumo energético, la seguridad, el hábitat personal y el ocio - estaban cubiertas por el sistema; los individuos sólo colaboraban desde su actividad programada a la sostenibilidad del mismo.
La política fue desvestida totalmente de su carácter representativo para poner al servicio exclusivo del orden supremo global su fuerza propagandística y publicitaria. La nueva escala de valores sobre la que se asentaba la sociedad fomentaba un individuo socializado, educado en, y para una sociedad sostenible, gracias a las leyes de demografía y planificación poblacional que posibilitaban las nuevas técnicas de ingeniería genética y biología molecular.
Él había cometido el peor de los crímenes y por ello estaba pagando. Mantener relaciones sexuales físicas con una mujer de otro rango y haber concebido una vida sin autorización del sistema, - hecho que por otra parte fue siempre impensable para él, pues todas las mujeres eran previamente esterilizadas en su estado embrionario para que no pudiesen concebir - había sido el gran error de su vida. Algo tan primitivo y denostado en su época como la atracción física y el amor carnal entre humanos - para eso estaban las experiencias con androides y replicantes - había sacado de carril su conducta intachable hasta el momento, prevista en su genética y por la que había disfrutado de un estatus de rango superior. Ahora aquel vicio - considerada como tal su debilidad por las relaciones físicas humanas no consentidas - le había desposeído de sus privilegios para confinarlo en un lugar dominado por la maquinaria y la inteligencia artificial.
Ya no pertenecía a aquel mundo tan perfecto, cuyo único inconveniente residía en asumir la rigidez de unas normas que habían salvado a la especie humana de su auto-destrucción, aunque, por otra parte, convirtieron al individuo en un ser residual que canalizaba sus emociones y su afán creativo de forma virtual, gracias a las ventajas que posibilitaban las aplicaciones informáticas y las nuevas drogas de diseño. Se había convertido en un ser cuyas percepciones eran puramente físicas, brutales para un humano de su tiempo, no acostumbrado a horarios intensivos de trabajo físico agotador y sin la comodidad y las ventajas virtuales de la vida en el exterior; con su intimidad totalmente suprimida por las condiciones de vigilancia y control bajo las que habitaba en aquel submundo subterráneo.
El amor, aquella constante en el ser humano tan persistente, tan difícil de eliminar de sus genes y que continuaba generando problemas de conducta que afectaban al sistema colectivo, había prendido en él como una enfermedad hasta el punto de dejarse arrastrar por una pasión demasiado primitiva, demasiado elemental, cuyo final había resultado pernicioso.
Tres años de hibernación para poder soportar el tratamiento químico de adaptación al nuevo hábitat donde sería recluido indefinidamente, y la esterilización fundamental a la que fue sometido en su proceso, no habían logrado erradicar en él los sentimientos de ternura e intimidad que el amor humano había dejado grabados en su personalidad, en su genética. Los escasos y borrosos recuerdos de quien amaba le traían más fuertes los momentos de intimidad física y de complicidad entre sus mentes, cuando habían ansiado disfrutar una realidad única entre los dos.
Desde allí, confinado en aquella gigantesca cripta robotizada dominada por la inteligencia artificial, dónde los humanos como él sólo cumplían condena minimizando los errores y las deficiencias de la maquinaria pesada que escavaba a marchas forzadas el subsuelo lunar, los recuerdos quedaban ahora demasiado lejos en su mente reeducada; difuminados, emborronados en su memoria formateada por el sistema para borrar en ella el estigma de su fallo como individuo socializado. Por eso, escapar, fue la palabra que desde el momento de su llegada a aquel submundo infernal comenzó a aletear en su pensamiento de forma constante hasta convertirse en único objetivo. Pero, en el caso más que improbable de que aquella posibilidad fuera real, ¿a dónde ir? - se preguntaba-. Todas las alarmas de un mundo totalmente definido y controlado, donde para cualquier cuestión, vital o no, se necesitaba una contraseña de identificación, saltarían al primer contacto con la realidad.
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