Se que camino solo, y aunque le quite la tilde a la palabra, quiere decir en soledad, nada más: solamente uno.
No existen más contradicciones que las que uno mismo se quiera plantear cuando se corre una carrera en solitario. Una carrera necesaria por impuesta como vital, existencial, donde la victoria se encuentra en la perseverancia, tan fácil de debilitar con los desengaños de las esperanzas puestas en el silencio de quienes me contemplan.
Escribir, sin pretenderlo, se ha convertido para mí en necesidad imperiosa, imprescindible de supervivencia. He apostado por ello como si hubiese decidido ser otra cosa, panadero tal vez, aún sabiendo que hay más panaderos que escritores. Nadie come de ideas sino de pan, por eso no anima saber que por lo elegido, el trabajo impuesto, no soy recompensado.
Soy tan pobre que sólo tengo un pequeño horno al cubierto de las inclemencias, nada más, donde cuezo las ideas que me alimentan y que siempre comparto.
-"De perdidos panaderos"- decía mi padre -, escribir sigue siendo "pasar hambre"; hambre de ser, de valer a los demás, de tener sentido con el resto y ser respetado por eso mismo.
Pero el escritor debe elegir, como cualquier otro destino, ser o no ser; y yo he decidido ser. No importa lo grande o pequeño si consigo seguir siéndolo, la carrera aún no ha terminado.
-"Todo el mundo tiene un sino" - me insistió siempre mi padre -. Y aunque tardé tiempo en reconocer la llamada del mío, se que creció dentro de mí y le habló al alma desde mi despertar de niño para hacerme soñar despierto. Ahora vivo en un sueño hecho realidad y creo cumplir un destino, que como todos, ya estaba escrito antes de nacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario