Preguntaron las palabras:
- ¿Se ha perdido el sentido del honor? ¿Dónde queda entonces la confianza, el respeto y la lealtad ¿De quien fiarse si las palabras se las lleva el viento?
Y el sentir se reveló:
Desterramos de nuestra conducta el sentido del honor cuando negamos la palabra dada, cuando renegamos de ella rompiendo el compromiso adquirido. Cuando damos por respuesta el silencio esperando que el interesado desista o se olvide de lo pactado. Y apuramos el trago amargo de la deuda pendiente mirando para otra parte, intentando convencernos de que hicimos lo apropiado, lo que más interesaba. Igual que cuando empeñamos nuestra palabra, también así lo creímos.
La vanidad, la soberbia y la ambición conducen al deshonor propio y ajeno, pues la vanidad mata a la confianza, la soberbia al respeto y la ambición a la lealtad.
El hombre de honor no es vanidoso, no empeña por nada su palabra. No es soberbio, al contrario, la humildad le destaca. Y su ambición no es otra que respetar y ser respetado.
- ¿Se ha perdido el sentido del honor? ¿Dónde queda entonces la confianza, el respeto y la lealtad ¿De quien fiarse si las palabras se las lleva el viento?
Y el sentir se reveló:
Desterramos de nuestra conducta el sentido del honor cuando negamos la palabra dada, cuando renegamos de ella rompiendo el compromiso adquirido. Cuando damos por respuesta el silencio esperando que el interesado desista o se olvide de lo pactado. Y apuramos el trago amargo de la deuda pendiente mirando para otra parte, intentando convencernos de que hicimos lo apropiado, lo que más interesaba. Igual que cuando empeñamos nuestra palabra, también así lo creímos.
La vanidad, la soberbia y la ambición conducen al deshonor propio y ajeno, pues la vanidad mata a la confianza, la soberbia al respeto y la ambición a la lealtad.
El hombre de honor no es vanidoso, no empeña por nada su palabra. No es soberbio, al contrario, la humildad le destaca. Y su ambición no es otra que respetar y ser respetado.