-Hay quien dice que el mundo es como es - dijeron las palabras -, que nada es posible hacer para cambiarlo a pesar de nuestros sueños de bondad, porque sólo son eso, sueños: creaciones de nuestra mente que mueren estrelladas contra la cruda realidad, tirana de los deseos.
Hay quien asegura que el ser humano siempre será sometido por sus pasiones, condenado a repetir los mismos errores. Que su condición existencial es física, lo que impide la plena realización de su espíritu, atrapado en la materia.
Y el sentir se reveló:
-El ser humano se atrinchera en el pesimismo ante la falta de respuestas a sus problemas inmediatos, de éste modo pierde la fe, la confianza en sí mismo como elemento transformador de la materia. Olvida que ha evolucionado descubriendo modos nuevos de hacerlo para cambiar el espacio y adaptarlo a sus posibilidades. Que su vida parte de la energía espiritual que anima la materia inerte, y que de sus concepciones intelectuales surgen las transformaciones en el espacio que le rodea. Que puede ser lo que imagine y emprenda si se desprende de otros deseos, pues nada puede ser todo en un instante. La realización de un sentimiento implica la ausencia de otro.
No podremos amar mientras alimentemos el odio en el corazón. Ni perdonar cuando tramemos venganzas.
Tampoco vislumbraremos un futuro mejor si nos aferramos al pasado más inmediato del que ya disfrutamos sus frutos dulces y amargos, tiempo caduco para nuestras pretensiones.
Cuando el ser humano pone en práctica los sentimientos da forma a su realidad, por lo que nada es imposible. Y para ello cuenta tanto la decisión como la elección.
Lo que ahora llamamos utopía es el germen del que resultará un tiempo nuevo de realización de la imaginación de la mente humana que todavía no alcanzan sus manos, pues aprenderemos que entre la mente y las manos se encuentra el corazón, sin cuyos impulsos sentimentales es imposible que se entiendan.