Habitamos una molécula en el cuerpo del cosmos infinito, demasiado pequeña para ser apreciada desde otro confín. Invisibles fuera de nuestra escala, somos el misterio vital que anima su existencia.
Junto al resto de los seres significamos la semilla de la vida en el espacio conocido, el cual sondeamos incansables intentando propagarla.
Así, miramos también en lo más pequeño para descifrar el patrón básico que se repite transformando en movimiento la materia inerte.
Las respuestas que encontramos nos revelan nuevas posibilidades de realización, que a su vez suscitan más preguntas. Nuestro modo de evolucionar parte de la curiosidad que nos acompaña desde el momento primero en que abrimos los ojos al mundo, pues fomenta nuestras capacidades creativas para sobrevivir al resto de sus transformaciones. Somos, por lo tanto, vida en expansión.