El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

jueves, 10 de diciembre de 2015

FORMA Y SENTIDO.








Habitamos una molécula en el cuerpo del cosmos infinito, demasiado pequeña para ser apreciada desde otro confín. Invisibles fuera de nuestra escala, somos el misterio vital que anima su existencia. 
Junto al resto de los seres significamos la semilla de la vida en el espacio conocido, el cual sondeamos incansables intentando propagarla. 
Así, miramos también en lo más pequeño para descifrar el patrón básico que se repite transformando en movimiento la materia inerte. 
Las respuestas que encontramos nos revelan nuevas posibilidades de realización, que a su vez suscitan más preguntas. Nuestro modo de evolucionar parte de la curiosidad que nos acompaña desde el momento primero en que abrimos los ojos al mundo, pues fomenta nuestras capacidades creativas para sobrevivir al resto de sus transformaciones. Somos, por lo tanto, vida en expansión.










Pero el género humano aún no es consciente de la transcendencia superior de su capacidad creativa, algo negado al resto de las especies. Desconocedor de muchas de sus facultades, se muestra incrédulo y desconfiado de las infinitas posibilidades de realización de que dispone y se aferra a lo conocido, lo experimentado, a su tiempo y espacio, antes de poner en marcha nuevas alternativas para las aspiraciones de su intelecto. En vano busca fuera de sí el gen del creador que lleva dentro. 
Es en él donde se contienen el centro y los extremos, lo magnánimo y lo benévolo, lo superior y lo inferior; siempre en lucha constante por sobrevivir, por alcanzar una supremacía que los destruiría si se impusieran unos sobre los otros.
Mas, en sus manos está la posibilidad de ser lo que desee; cuando se conozca a sí mismo y admita seguro que en él se contienen todas las maravillas de la existencia, armonizadas en forma y sentido.







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