-"Dos por dos son cuatro", solemos decir. Pero, ¿podemos aplicar la misma norma con nuestras sensaciones, sentimientos y emociones?¿Es posible definir numéricamente la felicidad y el sufrimiento, el valor y el miedo, el odio y el amor? - Preguntaron las palabras.
¿Son los números el patrón básico que modela el universo y condiciona la vida; que mantiene cautiva nuestra fe?
Y el sentir se reveló:
-Hemos creado los números para establecer un orden imprescindible que nos permite, gracias a la comparación que de nosotros hacemos con el resto de las cosas, reconocer el camino que marca nuestra estela y que se funde en el firmamento lleno de estrellas.
No existieron los números antes de todos los tiempos, sino después de nosotros. Los números son patrón de referencia física y no sirven al espíritu, irracional y voluble. Los hombres se sienten seguros por poder medir sus pasos, pero ninguno lo conseguiría con los ojos cerrados.
Nuestra sociedad, como antes lo fueran otras, ha sido fascinada por la exactitud de los números y en ellos ha basado la primera y más importante de las razones para conseguir logros de desarrollo material indudables, aunque ha errado de nuevo tratando de imponer su lógica a los individuos, pues los números son estructuras demasiado estáticas para contener la inconsistencia del ser. Intentar enmarcar el comportamiento humano dentro de la lógica numérica es un error muy grave que ata la voluntad de los seres, agrava sus diferencias y evita el cumplimiento de las normas establecidas.
Los seres humanos no son números; éstos son parte de su lenguaje, de su manera de calcular situaciones y posibilidades, de comprender su relación física con todas las cosas.
La coexistencia en paz de los individuos, que posibilita la evolución del ente social de forma sostenible con el entorno que le rodea, no es posible sólo desde un orden numérico. Es necesario proveer a la sociedad de razones que encaucen y den salida a sus aspiraciones espirituales, a sus razones metafísicas, sin las cuales los seres dejarían de ser racionales.
No existieron los números antes de todos los tiempos, sino después de nosotros. Los números son patrón de referencia física y no sirven al espíritu, irracional y voluble. Los hombres se sienten seguros por poder medir sus pasos, pero ninguno lo conseguiría con los ojos cerrados.
Nuestra sociedad, como antes lo fueran otras, ha sido fascinada por la exactitud de los números y en ellos ha basado la primera y más importante de las razones para conseguir logros de desarrollo material indudables, aunque ha errado de nuevo tratando de imponer su lógica a los individuos, pues los números son estructuras demasiado estáticas para contener la inconsistencia del ser. Intentar enmarcar el comportamiento humano dentro de la lógica numérica es un error muy grave que ata la voluntad de los seres, agrava sus diferencias y evita el cumplimiento de las normas establecidas.
Los seres humanos no son números; éstos son parte de su lenguaje, de su manera de calcular situaciones y posibilidades, de comprender su relación física con todas las cosas.
La coexistencia en paz de los individuos, que posibilita la evolución del ente social de forma sostenible con el entorno que le rodea, no es posible sólo desde un orden numérico. Es necesario proveer a la sociedad de razones que encaucen y den salida a sus aspiraciones espirituales, a sus razones metafísicas, sin las cuales los seres dejarían de ser racionales.
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