Vivimos una época prodigiosa en cuanto a desarrollo tecnológico se refiere, que, estimulado por el comercio, llega primero a los individuos en forma de bienes de consumo desechables, lo que ha motivado una fiebre consumista que eleva al infinito la cantidad de detritos altamente perjudiciales para el clima, y por consiguiente, para la salud de la especie humana y sus expectativas de supervivencia en el planeta. El clima ya no es como lo conocimos en otros tiempos, y por primera vez reconocemos que nuestra actividad influye también en el desarrollo de los fenómenos meteorológicos.
El género humano, igual que el resto de las especies, ha basado su supervivencia en la adaptación al medio que lo contiene, aunque lo ha hecho de forma más eficiente, pues no sólo se ha adaptado a él, sino que lo ha transformado creando nuevas formas de vida artificiales que superan las normas de la naturaleza; esto ha provocando alteraciones es sus ciclos internos, en lo que conocemos como clima y que ahora parece no adaptarse al ritmo vertiginoso de desarrollo de la civilización, que busca expansionarse a otros medios, a otros espacios hasta ahora desconocidos y en apariencia inhabitables.
Aparecen nuevos profetas que auguran la catástrofe si no se reniega a tiempo de lo que nos trajo hasta aquí, lo que hizo posible que llegáramos tan lejos; que hacen culpable a la condición humana de los males con los que la naturaleza nos achaca. Por eso ahora penamos en otros la conducta que antes fue habitual para nuestro modo de vida, el cuál ellos aún no han alcanzado teniendo el mismo derecho.
La experiencia de nuestro error debería servirnos para reconducir nuestra conducta, seguros de que podremos dominar la naturaleza que nos rodea si la tenemos en cuenta en nuestras ambiciones; no para crear una nueva carga moral con la que dominar a la especie y que sirva de nuevo al negocio y la especulación de unos pocos.
Deberemos invertir en nuevas soluciones compatibles con el clima que nos acoge, antes de gravar aquellas que aún permiten el desarrollo de la especie. Sabemos que los recursos actuales son limitados, por lo que se impone con urgencia un cambio de modelo que no esté supeditado al desarrollo comercial, que conlleva un consumo devastador de los recursos y altera negativamente los ciclos naturales del clima, sino que de prioridad a la mejora de las expectativas de supervivencia de la especie humana por encima de todo, conteniendo sus instintos más perniciosos.
El género humano, igual que el resto de las especies, ha basado su supervivencia en la adaptación al medio que lo contiene, aunque lo ha hecho de forma más eficiente, pues no sólo se ha adaptado a él, sino que lo ha transformado creando nuevas formas de vida artificiales que superan las normas de la naturaleza; esto ha provocando alteraciones es sus ciclos internos, en lo que conocemos como clima y que ahora parece no adaptarse al ritmo vertiginoso de desarrollo de la civilización, que busca expansionarse a otros medios, a otros espacios hasta ahora desconocidos y en apariencia inhabitables.
Aparecen nuevos profetas que auguran la catástrofe si no se reniega a tiempo de lo que nos trajo hasta aquí, lo que hizo posible que llegáramos tan lejos; que hacen culpable a la condición humana de los males con los que la naturaleza nos achaca. Por eso ahora penamos en otros la conducta que antes fue habitual para nuestro modo de vida, el cuál ellos aún no han alcanzado teniendo el mismo derecho.
La experiencia de nuestro error debería servirnos para reconducir nuestra conducta, seguros de que podremos dominar la naturaleza que nos rodea si la tenemos en cuenta en nuestras ambiciones; no para crear una nueva carga moral con la que dominar a la especie y que sirva de nuevo al negocio y la especulación de unos pocos.
Deberemos invertir en nuevas soluciones compatibles con el clima que nos acoge, antes de gravar aquellas que aún permiten el desarrollo de la especie. Sabemos que los recursos actuales son limitados, por lo que se impone con urgencia un cambio de modelo que no esté supeditado al desarrollo comercial, que conlleva un consumo devastador de los recursos y altera negativamente los ciclos naturales del clima, sino que de prioridad a la mejora de las expectativas de supervivencia de la especie humana por encima de todo, conteniendo sus instintos más perniciosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario