-Pero, ¿cuál, la auténtica naturaleza del mal?¿De donde procede?¿Cómo reconocerlo para protegernos de él?¿Puede hacernos daño, aun cuando sólo buscamos lo mejor para nuestras vidas? - Preguntaron las palabras.
Y el sentir reveló:
-El mal se encuentra detrás de cada cosa, en cada tiempo y lugar, pues también habita dentro de nosotros por ser parte de nuestra génesis. Sin él no existiría la experimentación física y no tendría sentido la regeneración de lo material, imprescindible para la continuidad y la expansión de la vida.
Su naturaleza es el egoísmo, que busca apartarse de la ley natural de colaboración entre los seres para crear formas propias de vida que generan mutaciones, cambios a los que debemos adaptarnos para mantener las nuestras. En su superación radica la evolución de lo creado.
Como dijera el gran maestro, "el verdadero mal no es aquel que entra por nuestra boca, sino el que sale de nuestro corazón". Por eso no debemos preocuparnos sólo por la limpieza de las manos, pues es más importante el mal que anida y que dejamos crecer en el alma, porque un día invadirá nuestro cuerpo, que se quedará pequeño para sus pretensiones e intentará escapar de él intentando colonizar a otros.
La fuerza necesaria que necesitamos está en nuestra mente, en su capacidad para diferenciar las emociones y optar por el lado positivo en nuestras decisiones, que no es otro que la colaboración, la contribución a la vida que nos alumbró y nos aportó consciencia, sin la cuál no seríamos capaces de reconocer la nuestra.
Buscar de cada cosa lo mejor para nosotros no siempre es hallar la verdad que necesitamos para sobrevivir, pues muchas veces lo que creemos bueno para nosotros no lo es para otros, para lo que nos rodea. También el mejor veneno tiene su cualidad, aunque sólo sirva para matar.
El cuerpo enferma cuando el alma no es capaz de reconocer el mal que se reproduce en ella debido a la confusión de la mente, contagiada por el egoísmo de otras almas enfermas, de las que se deja llevar por conseguir sus deseos.
Hay almas que saben que deben morir por el bien de las demás, para no contagiarlas con su mal. Pero hay otras que desean vivir por encima de todo, aunque sus formas de vida se opongan al resto. Éstas son las verdaderamente peligrosas, de las que deberemos cuidarnos siempre, pues son altamente peligrosas y pueden convertirse en verdaderas epidemias si no las atajamos en su raíz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario