-Si la experimentación física es un continuo aprendizaje y la consciencia maestra y guía auténtica de la existencia, ¿aprendemos para evaluarnos? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál será el último examen? - Preguntaron las palabras.
Y el sentir se reveló:
El último examen llegará en el atardecer de nuestras vidas, cuando seamos como niños de nuevo y los recuerdos primeros retornen más cercanos que las acciones recientes. Cuando necesitemos más cariño que pan y dependan de otros nuestras necesidades.
Comprobaremos entonces lo aprendido y lo que negamos a la comprensión en cada momento. Lo que creímos acertado sin permitir otras opciones y aquello que apartamos a un lado porque estorbaba a las pretensiones.
Y tendrá gran sentido cuando estemos al borde del umbral entre la vida y la muerte que conocemos, pues su resultado marcará la diferencia al despedirnos: en paz o no; satisfechos o no; dolidos de la vida o agradecidos a ella.
Y al final todo quedará resumido en un único detalle, el más importante: si nuestras vidas discurrieron en armonía con el resto de vidas que nos acompañaron, y si para ello dejamos de nosotros la parte que necesitaban; sin interés, sin contrapartida.
Si llegamos a amar a todos los seres, a todas las cosas, y por ello fuimos agradecidos con la vida.
Si mientras vivimos aprendimos también a morir.
Tal vez no haya nada más allá del umbral de la última puerta de nuestras vidas, pero todos nos examinaremos antes de dar el último paso. Y por ello tan importante nuestra despedida, pues será el resultado del examen final de la vida antes de retornar al silencio, al vacío y la oscuridad que precedieron nuestro nacimiento.
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