-Vivimos obsesionados con nuestra seguridad, la cual consideramos como la más importante de las prioridades, pero a la vez imponemos retos mayores a la evolución de nuestro modo de vida, retos que conllevan riesgos inevitables que asumimos como tales y a los que nos enfrentamos cada día. ¿Es una contradicción más en el género humano, o simplemente consecuencia natural en el proceso de su adaptación y transformación vital? - Preguntaron las palabras.
Y el sentir reveló:
-No existe seguridad que garantice nuestra continuidad, sólo nuestras acciones acertadas frente a los desafíos que abordamos buscando respuestas a las pretensiones de realización personales y sociales. Y ni siquiera de nosotros mismos depende la seguridad que pretendemos, enfrentados desde el principio a la inmensa multiplicidad de condicionantes de las decisiones, y que pueden cambiar en cualquier momento de forma adversa para nuestros intereses.
Más que una realidad, la seguridad es una pretensión que bien medida conduce a la prevención y trata de evitar errores posibles y calculados. Pero no es la solución a nuestros miedos, dudas e indecisiones, pues con facilidad puede convertirse en una obsesión que controla nuestras vidas hasta el límite de paralizarnos.
Puede parecer mágico que frente a tantos condicionantes externos, tantos factores negativos a los que debemos enfrentarnos cada día, consigamos sobrevivir, pero no lo es. Portamos un fuerte instinto de conservación que nos hace evaluar los riesgos de cada acción antes de enfrentarnos a su resultado.Y ésta es la única seguridad con la que podemos contar.
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