-Ven y escucha. No pretendo que me comprendas, pues se que hay cosas que sólo llegan con la experiencia. Necesito un momento del tiempo que disfrutas inconsciente de su transcendencia, porque aún siendo joven para la vida ya me he hecho viejo para ti, y es mi deber enseñarte mientras permaneces a mi lado.
Quizás crees que has aprendido todo de mí, pero dudo si sabrás reconocer algo de ello en tu forma de sentir y de mostrarte al mundo.
Ser uno mismo no es fácil, pues para ello es imprescindible la lucha. La identidad es el instinto más fuerte en el ser humano, algo por lo que trabaja hasta languidecer lentamente como la llama de la vela que consume su cera.
No es posible apartarse, mirar para otro lado cuando de uno mismo se trata. La lucha es inevitable por cuanto que la identidad nace de la afirmación del ser, lo que provocará que entre en conflicto con otras identidades en sus relaciones sociales.
Y por ello, sin pretenderlo se ve obligada a luchar constantemente, enfrentada a todo lo que marcha en contra de su voluntad y que intenta anular su valor para imponerse sobre ella.
Negarse a la lucha necesaria es negar la identidad pretendida, dejar de ser uno mismo para satisfacer otros deseos.
Por eso no me pidas que abandone la lucha y que guarde la llama que porta mi ser mientras otras alumbran el camino, porque hacerlo significaría encarcelar la identidad de mi alma. No conozco otro modo de sentir, otra forma de realizar mis cualidades, algo que necesito para amar la vida con las fuerzas suficientes con las que abrazarme a ella y mantener viva mi llama hasta fundirme en su hoguera.
No pretendo que me comprendas, sólo la experiencia hará que lo consigas. Pero a partir de ahora sabrás reconocer lo que te revelo y nunca más dudarás de su verdad.
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