-Pero, ¿cuál la fuerza que mueve todas las cosas, que hace germinar la vida sobre el páramo estéril de las hostilidades para convertirla en el fruto más valioso del universo? - Preguntaron las palabras. -¿Cómo y cuando surgió?
Y el sentir reveló:
-Buscamos un principio y un final para explicar la vida que conocemos, sin considerar que ambos conceptos pudieran existir sólo en nuestras mentes para ser utilizados como referentes de la consciencia. Es posible que todo sea intemporal menos la consciencia, interrumpida en cada cambio de estado para facilitar las transformaciones de la materia.
Nuestro saber sobre la materia a la que pertenecemos es limitado, e ilimitado el desconocimiento sobre la energía vital que nos anima, materia oscura que se mueve invisible a nuestros ojos.
No podríamos comprender la vida sin movimiento, pero el movimiento
(igual que en nosotros) necesita una motivación para producirse, y la motivación se asienta en la voluntad.
Es posible que la vida sea el resultado de la voluntad de realización, denominador común en todos los seres y anterior a sus consciencias.
-Buscamos un principio y un final para explicar la vida que conocemos, sin considerar que ambos conceptos pudieran existir sólo en nuestras mentes para ser utilizados como referentes de la consciencia. Es posible que todo sea intemporal menos la consciencia, interrumpida en cada cambio de estado para facilitar las transformaciones de la materia.
Nuestro saber sobre la materia a la que pertenecemos es limitado, e ilimitado el desconocimiento sobre la energía vital que nos anima, materia oscura que se mueve invisible a nuestros ojos.
No podríamos comprender la vida sin movimiento, pero el movimiento
(igual que en nosotros) necesita una motivación para producirse, y la motivación se asienta en la voluntad.
Es posible que la vida sea el resultado de la voluntad de realización, denominador común en todos los seres y anterior a sus consciencias.
Quizás no exista fuerza mayor en el universo que la fuerza de voluntad; voluntad de ser y de permanecer. Y aunque no podamos reconocer su origen, sabemos que se renueva en nosotros para no tener fin.
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