Entre los que me conocen bien hay quienes me llaman Don, y si jamás obtuve diploma para merecer tal tratamiento, será porque aprecian la palabra con que la vida dotó a mi pensamiento para conquistar el alma de mis semejantes.
Otros me dicen señor, pues aunque nada poseo y de mí nada depende, nada le debo al mundo como él tampoco a mí, lo que me convierte en dueño y señor de mis decisiones. Y por eso me admiran y me sienten señor también de sus corazones.
Y hasta marqués me llega alguno a nombrar, no sin cierta ironía claro, pero seguro de que, aún sin rango de nobleza, gusto de lo bello de la vida y pretendo de cada momento lo mejor sin escatimar para ello lo necesario.
Y no me molesta en absoluto que así me traten. En cualquiera de los casos no puedo dejar de estar agradecido. Estoy convencido de que lo dicen así porque es tal como me aprecian.
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