-Cada vez que tus ojos miran para otro lado cuando los míos los buscan, y tus palabras rehuyen mi saludo si nos cruzamos, consigues que me sienta forastero en la tierra que juntos habitamos.
Cuando tu espalda es un muro infranqueable para mi pecho, que ansía del tuyo su latido y su calor, y te muestras ante otros indiferente conmigo, como si no me necesitaras igual que yo te necesito, aún me siento forastero a tu lado.
¿Qué puedo hacer, después de tanto tiempo, para que me tengas presente y podamos mirar juntos al futuro compasivo que esperamos?
Trasplanté el árbol de mi vida en tu tierra. De la suya lo arranqué hasta con las raíces más viejas, no quería que un viento fuerte lo derribara antes de que hubiese arraigado con fuerza. Y te dejé los frutos de mis logros, que hoy contigo comparto aunque tú no quieras tomarlos, igual que mis fracasos. Todo lo hice por amor, entregado por completo a una esperanza, la de una vida entera a tu lado.
Y por eso, cuando te miro y finges no darte cuenta, cuando esquivas mis palabras y evitas un mismo espacio, cuando ignoras si soy feliz o sufro, si me quejo o callo, por eso haces que me sienta como la primera vez, forastero y muy extraño.
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