El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

jueves, 21 de enero de 2010

El adiestrador de mandriles. ( Un viaje del terror. )










































-¿Qué me está pasando? Lo he dejado todo y regreso apresurado.¿Qué hago aquí? Estos bosques y estas colinas encrespadas me dan miedo. Quedé atrás el puerto y siento la mirada de las montañas clavándose en mi espalda.
La noche no es oscura, pero la luna aparece y desaparece con su áurea nebulosa entre los árboles. No consigo rebasarla y creo que me sigue como la silueta del coche que se dibuja siniestra en su sombra deforme, y se confunde con otras que se revuelven frenéticas. Sombras fantasmales de hayas y de robles agitados por el viento salvaje que golpea en los cristales.
La lluvia intermitente arrecia con frecuencia agolpándose en el parabrisas.
¡Y ese impacto terrible!¿ Qué ha sido?¿Un búho, una lechuza? No lo se. Se ha estrellado de pronto desparramando sus fluidos en la luna del vehículo. Estoy impresionado, percibo fuerte el latido de mi corazón en todo el cuerpo y me ha dado un vuelco el estómago. Siento nauseas y un frío sudor me inunda las manos apretadas con fuerza en el volante.
No puedo ver mi cara, que imagino más pálida que el lucero que me persigue.
Relajarme; eso exactamente, necesito tranquilizarme. Mas este fiel compañero de viaje ha decidido no ayudarme: soy incapaz de sintonizar algo mínimamente audible. Hasta que no me aleje lo suficiente de aquí, se que será imposible. Pero debo aplacar mis nervios, espoleados por la presión a la que están sometidos por la necesidad de acabar esto cuanto antes .
No debí dejarme engañar. Es evidente, cuando un amigo te pide algo que sabe que no le debes dar. Contó con mi lealtad y yo con la que nunca tuvo, por eso decidí pasar a sus amigos, a quienes no conocía. En Burdeos, casi todos los españoles somos turistas.
Antes no hubo preguntas ni pedí explicaciones, sólo confié en él. Pero ahora todo es ya distinto, tras pasar la aduana quedó claro: mi coche ya no me pertenece, es una bomba. Una bomba que tengo que conducir hacia su punto exacto y no puedo fallar. Mañana denunciaré el robo de mi coche y pasado, tal vez, lo harán estallar en mil pedazos Dios sabe donde.







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