Abandonadas en el tedio y la decepción habían caído las palabras, que por sí mismas no hallaban definición al sentido que encerraban.
Mas de nuevo, como una visión reveladora, resurgió el sentir:
- A menudo, tarde descubrimos, que lo que ansía nuestro corazón no pueden conseguirlo nuestras manos. Que aquello que elegimos, por lo que apostamos nuestra vida entera, no resultó ser lo que soñamos.
Pues nadie sueña ser feliz si para ello ha de sufrir primero; sin caer en la cuenta de que nacemos en un medio hostil, por fuerza doloroso, y que quizás la felicidad que conozcamos sólo sea la ausencia momentánea del dolor que nos produce desprendernos de la luz que contenemos, aquella que revela lo que ocultan las sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario