El talento y el virtuosismo nada tienen en común, por eso se buscan mutuamente.
Nace el talento en la pasión arraigado y se hace a sí mismo el virtuosismo, arrastrado por el deseo de alcanzarlo.
Busca el talento ser comprendido, mas sólo reconocimiento y vanagloria pretende el virtuosismo, hueco de pasión, pretencioso y engreído.
Éste es herramienta común del esfuerzo desmedido e insaciable; aquél, energía incontenida difícil de manipular.
Y sólo en la conjunción de ambos resulta la maravilla que todos aprecian, que sobrecoge y arrastra, pues uno sin el otro nada son, sino impulsos fallidos, sueños de realización y falsas pretensiones.
Ambos, talento y virtuosismo, han de caminar juntos para conseguir los objetivos que legítimamente pretenden y sin los cuales sería estéril su lucha.
El talento crea y el virtuosismo recrea, desarrolla el motivo de la creación primitiva, primaria, bruta.
Son dos caras más de la condición humana, siempre dual, que suman cuando se complementan y se destruyen si se ignoran.
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