Como una araña, el escritor teje su tela sutil silenciosamente, colgada de los límites de la realidad; y camuflado con los mismos colores que ésta, espera paciente, seguro de atrapar en su tamiz la vida que nutrirá su existir.
No es importante el espacio inabarcable, sí el sitio que se encuentra en el paso de la corriente que transporta la vida; allí tenderá su red para atraparla entre sus palabras para siempre.
Cuando el artista define una imagen retiene un instante irrepetible; enmarca una vivencia fuera de su mente con la intención de que perdure más allá de sus recuerdos.
Como la pluma ligera que mece la brisa, toma el artista su relación con la naturaleza.
Sin interferir, sin alterar ni modificar nada con su peso ligero, casi etéreo; moviéndose con el aire a su ritmo, ritmo necesario en cada caso, en cada situación determinada.
Experimentar con la iluminación y el encuadre de los elementos es el principio de la composición de imágenes. El ojo curioso aprecia los misterios de la materia descubiertos por la iluminación y bajo el encuadre de su geometría fija la visión que pretende.
Palabras e imágenes podrán ir unidas, pero es distinta su concepción. Las palabras son como ladrillos colocados unos sobre otros para componer una estructura, donde siempre es posible rectificar los errores, y su creación es sesuda y calculada.
En las imágenes cuenta más la oportunidad y la experimentación, pues cada secuencia es única e irrepetible. A veces un fallo de método se convierte en un patrón de realización.
Las imágenes son instantáneas, por lo cual es muy importante la capacidad de improvisación y la permeabilidad a las circunstancias, y su oportunidad.
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