El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

sábado, 19 de octubre de 2013

MIRAR ADENTRO.



¿Quien soy yo - se dijo - para buscar respuestas a lo que casi nadie se pregunta; demasiado alejado de sus manos, excesivamente extenso para la longitud de su tiempo de comprensión?
¿Quien, para meditar sobre lo que sólo a los eruditos corresponde, aquellos que dedican la existencia a comprender lo que la mayoría no sería capaz en una vida entera?

¿Por qué dedico mis fuerzas, sin medir para ello el tiempo, a la comprensión de cuestiones, de conceptos por los que otros no perderían ni un instante del suyo?
¿Por qué, si mi cuerpo no se nutre de respuestas; si vivo como cualquier otro y tengo las mismas obligaciones vitales? ¿No debería pensar más en mis necesidades?



Sólo un hombre más, otra molécula en el órgano de la sociedad, en el cuerpo del mundo que se transforma; ¿qué importancia tienen para él mis reflexiones? ¿De que servirán a otros como yo? ¿Acaso mis respuestas serán más fuertes que sus necesidades? ¿Es que puede el mundo por ellas alterar sus transformaciones?

Me ha interesado saber - se respondió - que es lo que hay detrás de lo que resulta a los ojos, pues soy sensible a lo que sin ver percibo con fuerza en cada momento, de cada cosa en la que descansa la observación de mi curiosidad inquieta.

La realidad física de cada instante para mí es el resultado de fuerzas invisibles que trato de descifrar y comprender. Fuerzas que crean constantes naturales. Podemos ver caer la manzana del árbol, pero no la fuerza de la gravedad que ha tirado de ella hasta unirla con el suelo. Podemos comprobar su fuerza destructiva, pero sólo polvo veremos en el viento.



  
Disponer del pensamiento que me ha sido concedido me hace autónomo, señor de mi vida; ejercer mis convencimientos significa construir la realidad que siento, en la que vivo realmente en comunión con el sin fin de realidades que conforman la existencia.

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