- Otra vez necesitamos cambiar. Nuestras almas están saciadas de insatisfacción por la falta de utopías necesarias - dijeron las palabras -. Hemos derrochado la energía de las ilusiones hasta hipotecar la espiritualidad por cosas materiales. Ahora, esas cosas no sofocan la ansiedad del vacío que deja la impotencia de recuperar lo que sacrificamos, nuestra inocencia. Pero hemos aprendido, es fuerte nuestra decisión. Queremos recuperar al ser más íntimo y humano y lograr lo que no consiguieron nuestras ambiciones: ser felices. Estamos preparados para la lucha. Necesitamos una revolución que propicie el cambio necesario.
Todas las revoluciones son motivadas por la necesidad de adaptarse a los cambios - reveló el sentir - que se suceden y que tienen un origen anterior al momento en que se producen, pues la vida es cambio que en cada cambio se perpetúa. Cuando sucede una catástrofe natural que afecta a un grupo social, en él se origina un caos que altera y revoluciona su orden establecido. Del mismo modo ocurre cuando sucede una catástrofe social, un error en masa que afecta a la subsistencia de los individuos. Son los cambios los que traen la revolución, no a la inversa. No perduran las revoluciones, sí los cambios, que dejan huella permanente en los seres y en las cosas. Las revoluciones sociales son los costes de la resistencia de los individuos a la adaptación de los cambios, que termina por superarlos. El ser humano es social, pero en sus peculiaridades individuales domina el instinto de conservación, que es reacio a cambiar.
Las guerras son consecuencia de las revoluciones que se originan con los cambios, donde los mejor situados tratan de no perder ni un ápice de su espacio, de su seguridad, acaparando y vendiendo cara su posición; y los menos favorecidos son empujados a buscar un medio imprescindible donde sobrevivir por encima de cualquier circunstancia.
La verdadera revolución se gesta en las mentes de los individuos, no en sus masas. Las masas no tienen mente. Y es una revolución silenciosa pero efectiva. Resulta de la comunión de individualidades que optan por un mismo compromiso de comportamiento, que parte de lo que se desea sin despreciar lo que se ha conseguido antes, sin lo cual no sería posible.
Quizás nunca hayamos partido de cero, como tampoco podremos hacerlo ahora. No conseguiremos desprendernos ya nunca de lo que hemos logrado. Nuestros errores, como dijo el maestro,"son parte de nuestro despertar a la vida".
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