El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

viernes, 30 de octubre de 2015

LO MÁS VALIOSO.








Apareció por la calle polvorienta dando grandes zancadas, moviendo con energía sus brazos mientras repartía órdenes a diestro y siniestro.  
Su imagen, con el casco de obra blanco que apenas le cubría media cabeza, se correspondía perfectamente con la de un gigante celta pelirrojo y pecoso, de gran corpulencia y poderío físico; de maneras broncas, prepotentes e intimidatorias, y cuya forma de hablar, teniendo en cuenta la fuerza y rapidez con que lo hacía, provocaba que sus palabras resultaran designios para quienes iban dirigidas. Salvo el que le conocía más estrechamente, todos le temían.

Paró donde él estaba, y sin saludar le dijo:

- Esta tarde viene un trailer con pales de ladrillos para estos dos bloques.

- ¡Vaya, ya es hora! Llevo dos días recogiendo y trayendo ladrillos con la carretilla de toda la obra. Mendigando por todos los lados.

- Bueno, no te quejes tanto. Esta tarde llegan -. Le espetó con arrogancia mientras miraba por encima de él al bloque de apartamentos que se construía más allá del suyo, donde se encontraba enclavada la enorme torre de la grúa. 

-Te quedarás con el operador de la grúa para descargar. 

- Atenderé de los albañiles por adelantado y así tendré tiempo para ello - le contestó -. ¿Cuando vendrá? 

- Esta tarde estará aquí - replicó con energía -. Me ha dicho que llegará sobre las siete; no más.

- Si viene a esa hora no estaré -. Le dijo. 

Era un hombre menudo, de rostro afilado y moreno. Quizás en lo único que coincidía con el encargado grandullón era en la edad, unos treinta y tantos. Por lo demás, eran como el punto y la i.

-¿Y qué tienes que hacer a esa hora? - Le preguntó con cierta sorpresa el gigante.

-Pues pienso estar en mi casa. Libro a las seis y media - le contestó el otro.

-¿Qué me estás diciendo, que no vas a quedarte a descargar? - Alzó la voz -. ¿Dónde está tu jefe? Sabe que vienen doce pales para este bloque.

- Mi jefe no está. Vino por la mañana, poco antes del almuerzo. Entró en la obra a lo que fuera y se fue. Apenas me dio los buenos días. No me dijo que llegaría un camión con ladrillos, y mucho menos que debiera quedarme a descargar fuera de horario.

Trabajaba para una pequeña sub-contrata dentro de una gran empresa constructora que había llegado de fuera para edificar. Traían sus propios trabajadores, pero debido a la magnitud de la urbanización de bloques de apartamentos y viviendas unifamiliares adosadas que construían, necesitaban contratar gente autóctona para completar las plantillas, factor que le había ayudado a encontrar trabajo allí. Había sido contratado como peón para atender a varias cuadrillas de albañiles que como él trabajaban en la sub-contrata, y a pesar de llevar poco más de una semana "en el tajo" - así es como llamaban los obreros a su puesto de trabajo -, sabía que ciertas obligaciones no le correspondían; como aquella que le solicitaba el encargado general, para lo que la empresa principal tenía sus trabajadores.

-Pues tienes que quedarte tú porque no tengo hoy a nadie libre que pueda descargar, y la mitad del viaje es para vosotros - insistió el encargado.

- Yo descargaré los que me corresponden si el camión llega a tiempo y no queréis dejarme el último.

-No, no. Tienes que ayudar al gruísta a descargar todo el camión. No hay otro que pueda hacerlo -. Le dijo reafirmándose aún más en su postura.

- Así no vamos a entendernos. Ya he dicho lo que puedo hacer. No es asunto mío la organización y en ningún caso tengo porqué asumir ninguna obligación para la que no he sido contratado. Mi horario es hasta las seis y media y si el camión se retrasa no seré yo el responsable, por lo que mi deber es irme a casa en cuanto termine. Otros dos compañeros vienen conmigo en el coche a trabajar. No tienen por qué esperar.

-¿Vaya como sois los de aquí? No regaláis nada - dijo -. Siempre mirando el tiempo.

-No veo por qué hemos de hacerlo. Además, - le dijo - ¿tu no apuntas mis horas extra, verdad?

El encargado se quedó perplejo. Nada que discutir. Nunca nadie le había contestado así. Su respuesta resultó entonces un tanto errática, el otro había dejado fuera de juego su arrogancia. Enojado y contrariado, dijo:

-Bueno, entonces tendré que buscar a otro que ayude a desenganchar allí, pero tu desenganchas en este bloque.

-Si el camión está a su hora no habrá problema, aquí estaré; pero procura que pueda empezar a descargar por aquí. Yo cuando llegue mi hora me voy.

- Que sí, que sí, que el camión llegará a la hora. Voy a llamarle ahora mismo -. Y sacando el teléfono móvil de un bolso de su chaleco de faena, se puso a marcar hasta que recibió respuesta.

- Si, sí - decía -; estamos esperando hoy desde primera hora y tiene que estar aquí antes de las seis, sino tendrás que esperar o dejarlo para mañana. Así que tú veras...

- Bueno, ya lo tienes. Estará aquí dentro de media hora. Pero hay que fastidiarse como eres, no das tu brazo a torcer.

-Es que no tengo por qué hacerlo. Menos cuando se me trata de imponer algo. No creo que deba ser así. Para todo es necesaria la colaboración y hay cosas que el dinero no compensa su valor verdadero, por lo que no se deben vender. ¿Tú sabes que es lo más grande, lo más valioso que un hombre posee? - Le preguntó al encargado farruco y grandullón, en cuyo rostro se mostró la confusión y la extrañeza por la pregunta, y que sin saber que contestar pregunto:

- ¿Que es? A ver, dímelo tú ¿qué es?

-El tiempo - le contestó -. El tiempo. Con nada podrás comprarlo cuando se acabe el tuyo. Aprovecha éste que ahora derrochas con furia. ¿Crees que es tanto lo que ganas comparado con el tiempo que para ello derrochas? Llegarás a tener más dinero, más cosas, o menos quizás, pero el tiempo consumido nunca volverá. ¿Has llegado a pensarlo?
Yo no vendo a cualquiera mi tiempo, ni a cualquier precio, para ello me he adaptado a vivir de un modo determinado pues se que se saca más pidiendo que dando. Tú has venido dándome órdenes y no es de ti de quien deba recibirlas; pero aún así, si me hubieras pedido colaboración no hubiera dudado en dártela, todos la necesitamos de los demás alguna vez. Respecto a mi trabajo, nunca he dejado de cumplir con él. 

- ¡El tiempo, el tiempo! - contestó casi gruñendo el encargado-. Sera lo que tú digas, como tú quieras. Ahora tengo que irme, pero, ¿esta masa? Llevo viendo las mismas bañeras llenas todo el día. ¿Que pasa que no gastan masa?

-Llevamos sin ladrillos dos días y la gente tiene que entretenerse en tareas menores. Deberías saberlo y no haber mandado la misma cantidad de masa, llevo todo el santo día añadiendo agua y dándole vueltas para que no se quede como una piedra y haya que tirarla.

-Es que no; es que no puede ser - masculló mientras se alejaba de allí a grandes zancadas que levantaban polvo a su paso.






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